Ideología de Género
Temas de reflexión para tener un encuentro real y profundo con nosotros mismos, con nuestra vocación cristiana, con los demás y con Dios.
Esta corriente aboga por un igualitarismo entre la mujer y el hombre, negando las diferencias biológicas, o sea las cromosómicas de ambos sexos, y quitando relevancia a las fotalezas de ser hombre o mujer, diluyendo el significado de la maternidad, paternidad y familia.
La batalla por el género
A partir de la segunda mitad del siglo XX, el vocablo género, ha experimentado un cambio conceptual debido a su creciente utilización en otros ámbitos llegando, en no pocas ocasiones, a sustituir al clásico término sexo empleado para designar la dualidad sexual humana varón-mujer. El intento de apropiacion del termino ha generado una gerra por el relato.
1.- Ideología de género, una amenaza a la familia y a la moral
Un sistema de pensamiento de caracter filosófico
La ideología de género es un sistema de pensamientode carácter filosófico que interpreta la sexualidad y la afectividad humanas como un hecho puramente psicológico, basado en la preferencia y voluntad y cultural, prescindiendo e incluso anulando toda influencia de la naturaleza en la conducta humana. Las «diferencias» entre varón y mujer, por tanto, no provendrían de la naturaleza biológica y psíquica del ser humano, sino de una construcción cultural o social convencional, a partir de los roles y estereotipos que se asignan a los sexos.
Desde esta óptica, cada uno podría crear su propia identidad sexual: hombre o mujer. Además, tendría el derecho de que se lo reconozca en el Registro Civil. Lo masculino o lo femenino de las cosas, por su parte y segun este pnsamiento, no tienen nada que ver con la sexualidad humana. La mesa, la silla y la casa, por ejemplo, son de género femenino; y el vaso, el árbol y el carro, de género masculino, sin que tengan ninguna cualidad femenina o masculina, respectivamente. La mesa es mesa, sin que sea mujer; y el árbol es árbol, sin que sea varón.
El genero de las cosas
La ideología de género, aplica el concepto de masculino y femenino de las cosas a las personas. De aquí concluye que lo masculino y lo femenino pertenecen a lo cultural o social y que, por lo mismo, son convencionales o fruto de un acuerdo de cada pueblo y época. Al término género le dan el significado de sexo. En un primer momento, género y sexo se presentan como si fueran sinónimos y, por lo mismo, intercambiables. Luego, el término sexo es utilizado, exclusivamente, para la dimensión biológica; y el de género como «construcción social o cultural».
La biología, la psicología, la sociología y la filosofía demuestran que el ser humano es un «centro» de relaciones: consigo mismo (biológicas y psicológicas), con los demás (culturales), con el cosmos y con lo trascendente. Esta constatación ha llevado a definir a la persona como una «unidad» bio-psico-social-cósmico-trascendente.
La ideología de género, en cambio, defiende una visión fragmentada de la persona. Lo biológico nada tendría que ver con lo psicológico y, mucho menos, con lo cultural. El sexo «varón o mujer», con el que se nace, sería totalmente distinto del género masculino o femenino, que dependería del sentimiento y de la voluntad de cada persona, de acuerdo con su orientación o preferencia sexual, como también de lo que la sociedad defina sobre tales realidades.
Negar la existencia de Dios
El género, según esta teoría, además, podría cambiarse tantas veces como así lo decida el individuo, como heterosexual, homosexual (gay o lesbiana), bisexual, transexual, intersexual u otra forma de género.
El Papa Benedicto XVI, de una manera clara y sintética, nos ha recordado que el ser humano con el ateísmo pretendió negar la existencia de Dios; con el materialismo, las exigencias de la libertad; y con la ideología de género, las de su propio cuerpo. El hombre moderno, entonces, se declara un dios que se auto-crea.
La ideología de género pretende dar un nuevo valor a la sexualidad humana sin tener en cuenta la naturaleza biológica y psicológica. La autonomía del género, según esta teoría, es tan absoluta que la cultura crea «la verdadera naturaleza» de varón o mujer al margen de lo biológico. Pero esta afirmación, en la vida ordinaria, no tiene asidero. Lo que se percibe, de un modo inmediato y espontáneo, es que lo masculino está relacionado con el cuerpo de un varón y lo femenino con el cuerpo de una mujer.
Una hipótesis descabellada
Si se aceptara, por consiguiente, la hipótesis de que cada quien puede construir su propio género, al margen del sexo biológico:
a) Desaparecería la distinción entre varón y mujer: Todos somos iguales y cada quien independientemente de su sexo, opta por lo femenino o lo masculino.
b) Todos los tipos de uniones tendrían el mismo valor antropológico y social: De este modo, todos los tipos de relación tendrían el mismo valor, como el matrimonio varón y mujer, el concubinato, el intercambio de parejas, la poligamia, la poliandria, la prostitución, las uniones homosexuales, la promiscuidad, la pedofilia, la pornografía, la zoofilia, la necrofilia, entre otras.
c) Se eliminaría el matrimonio y la patria potestad: Si se consideran iguales todas las relaciones, las esporádicas y las permanentes, se destruye el matrimonio. Pero esta destrucción no se la hace directamente, sino llamando matrimonio a todo tipo de unión efímera y cobra fuerza el divorcio, la unión de hecho y la unión homosexual. La pérdida de autoridad de los padres en la educación de los hijos es el golpe más duro contra el matrimonio.
d) Desaparecería la familia, la sociedad y la cultura: Los Estados totalitarios lo primero que destruyen es la familia, porque precisamente, detestan toda expresión de libertad y comunión. Si la forma indisoluble del matrimonio entre un varón y una mujer y la relación con los hijos es el modo más adecuado para construir una comunidad de amor y libertad, es lógico que se trate por todos los medios de destruirla. Si el matrimonio y la familia desaparecen, igual suerte corre la sociedad. Hipotéticamente, se podría pensar en un nuevo fundamento de la sociedad. Las culturas de todos los tiempos han subsistido gracias a la presencia de las familias constituidas por matrimonios estables, donde esposos e hijos viven la comunión de vida y de bienes.
P. Ronald La Barrera
Vice – Rector Académico del Centro Bíblico Teoógico Pastoral para América Latina
2.- Plantando cara a la ideología de género
3.- Diferencia entre perspectiva de género y la ideología de género
INTRODUCCIÓN: ALGUNOS ASPECTOS SOBRE LA RELACIÓN ENTRE SEXO Y GÉNERO
El diálogo entre sexo y género ha evolucionado paralelamente a las transformaciones que se han operado históricamente en las relaciones entre varón y mujer. Como es bien conocido, en un primer momento predominó el «modelo de la subordinación» entre los sexos, protagonizado por la figura del patriarcado, en el que existía una identidad plena entre sexo y género1. Era el aspecto biológico el que determinaba los roles sociales, los cuales tenían carácter de intransferibles de un sexo a otro. Por ello, atribuyendo a la naturaleza la causa del desempeño de unas funciones determinadas dentro de la sociedad, esta se dividió en dos ámbitos de actuación: el público y el privado. El varón se dedicó a las actividades consideradas socialmente importantes o de mayor valor, como la política, la economía, el desempeño de trabajos remunerados, entre otras. En contraposición, la mujer asumió la responsabilidad en la educación y la crianza de los hijos, en las labores domésticas y en las actividades menos valoradas por la sociedad. También fue nota característica la inferioridad y dependencia de la mujer con respecto al varón.
Lo anterior generó consecuencias a nivel social y jurídico. En el transcurso de la historia predominó la diferencia sin igualdad entre el varón y la mujer, siendo esta última distanciada de la política y de los derechos a la ciudadanía. Esta situación afectó no solo al número de derechos de los que gozaba, sino a su misma condición de sujeto de derecho, debido a que no existía una igualdad ante el derecho. La subjetividad jurídica de la mujer se mostró vacía de derechos políticos, por lo cual, su misma condición de persona en sentido jurídico se vio disminuida2.
Posteriormente, en la edad contemporánea, se desarrolla el «modelo igualitarista» como reacción contra el modelo de la subordinación. Surgen así los primeros movimientos por los derechos de la mujer, que aparecen como respuesta a las discriminaciones a las que se veía sometida la condición femenina. Reivindicaron la posibilidad de la mujer de intervenir en temas educativos, profesionales, jurídicos y políticos. Exigieron el derecho al voto, el acceso a la educación secundaria y superior, la posibilidad de desempeñar los mismos trabajos de los varones, la independencia económica y el control de ingresos y propiedades3.
Sin embargo, a pesar de haberse alcanzado la mayoría de los objetivos de los primeros movimientos por los derechos de las mujeres, la igualdad, especialmente en el ámbito laboral, económico y político, estaba muy lejos de ser una realidad. Esto provocó el surgimiento de nuevos movimientos por la liberación de la mujer, en la década de los sesenta del siglo XX, influenciados por nuevas corrientes de pensamiento como el marxismo y el existencialismo. Uno de los inconvenientes de estos movimientos fue el de intentar igualar a la mujer con el varón siguiendo el modelo impuesto por la Modernidad, ya que consideraron que la única forma de liberar a la mujer sería eliminando de su vida las características femeninas que, en su opinión, la hacían subordinada y dependiente del varón4. Sobre estos presupuestos se empezó a configurar el modelo del igualitarismo, en el que la diferencia entre los sexos fue subvalorada.
De esta manera, los objetivos de los movimientos feministas estuvieron condicionados por las diferencias nacionales, políticas y religiosas de quienes los conformaron. La socióloga Karen OFFEN pone de manifiesto en sus estudios que, a pesar de las distintas tendencias que presentaron los primeros movimientos a favor de los derechos de las mujeres, tuvieron en común dos maneras de emprender la búsqueda de la igualdad: una relacional y otra individualista. Esta autora afirma que:
«hay razones sociológicas importantes, para proponer dos y nada más que dos categorías en lugar de Variedades’ o ‘grados relativos’ de feminismo. Es cierto que estos dos modos de razonamiento reflejan el dualismo yo/otro característico del pensamiento occidental, pero continúan siendo operativos porque también reflejan las profundas diferencias de opinión que durante tanto tiempo han existido en el discurso occidental sobre las cuestiones estructurales básicas de la organización social y, en particular, sobre la relación de los individuos y de los grupos familiares con la sociedad y el Estado. Si se piensa que el feminismo tiene que entenderse históricamente, deben abordarse los dos»5.
Como se expondrá en los siguientes apartados, puede considerarse que a partir de los referidos enfoques relacional e individualista en la búsqueda de la igualdad entre varón y mujer, se originaron lo que actualmente conocemos como «perspectiva de género» e «ideología de género» que, aunque algunas veces se confunden por la falta de precisión terminológica, no siguen el mismo cauce.
1. DIVERSAS INTERPRETACIONES DEL TÉRMINO GÉNERO
Antes de exponer en qué consisten tanto la perspectiva como la ideología de género, es preciso considerar la evolución que ha seguido el mismo término género. Originariamente este vocablo tenía un uso meramente gramatical, que distinguía palabras masculinas, femeninas o neutras. En la definición que consta en el Diccionario de la Lengua Española, este término tiene distintas acepciones referentes a diversos ámbitos como la lingüística, el teatro, la escritura, la pintura y la biología. Su significado gramatical se refiere a la
«clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre. Como ya se ha señalado, en las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra»6.
A partir de la segunda mitad del siglo XX empieza a considerarse, cada vez con más fuerza, que los rasgos propios de la feminidad y la masculinidad obedecen a la asignación de roles o funciones a cada uno de los sexos por parte de la sociedad. De esta manera, la expresión género, que en un principio tenía un uso meramente gramatical, pasó a convertirse en una categoría utilizada por las ciencias sociales para el estudio de las diferencias entre varón y mujer.
Sin embargo, la noción de género como categoría analítica tampoco ha gozado de unidad en su significado sino, por el contrario, ha sido objeto de variadas interpretaciones que suscitan cierta ambigüedad al momento de ser utilizadas. Como advierte Aurelia MARTÍN, «al igual que otras nociones y paradigmas cardinales en la investigación socio-cultural, no existe una definición unívoca del género, ya que su significado está sujeto a constantes precisiones»7.
Otro factor que ha contribuido a que el género se interprete de distintas maneras se debe a que, alrededor de los años cincuenta del siglo pasado, algunos movimientos feministas asimilaron el género a las cuestiones referidas solo a la mujer. Para Joan SCOTT, este cambio conceptual está relacionado con la recepción política del tema ya que:
«el empleo de ‘género’ trata de subrayar la seriedad académica de una obra, porque ‘género’ suena más neutral y objetivo que ‘mujeres’. ‘Género’ parece ajustarse a la terminología científica de las ciencias sociales y se desmarca así de la (supuestamente estridente) política del feminismo. En esta acepción, ‘género’ no comporta una declaración necesaria de desigualdad o de poder, ni nombra al bando (hasta entonces Invisible) oprimido. […] Este uso de ‘género’ es una faceta de lo que podría llamarse la búsqueda de la legitimidad académica por parte de las estudiosas feministas en la década de 1980»8.
Asimismo, SCOTT advierte que el género «como sustitución de ‘mujeres’ se emplea también para sugerir que la información sobre las mujeres es necesariamente información sobre los hombres, que un estudio implica al otro»9.
Con el ánimo de eliminar el determinismo biológico en la situación social de las mujeres, se utilizó la palabra género en los Women Studies, conocidos posteriormente como Gender Studies10.
Por otra parte, el género también se ha entendido como sustituto del término sexo. En este caso, se advierte un cambio terminológico que empieza a darle más importancia al género, entendido como lo cultural, que al sexo concebido como el aspecto natural o biológico del ser humano. El Consejo de Europa adopta esta visión del género en su «Rapport Général» de 1993: «El sexo (género): estatus personal, social y jurídico de un individuo en tanto que hombre, mujer o mixto»11. También se ha considerado que dicha sustitución se debe a la connotación política y social del género, en este sentido, TUBERT señala que se
«fortalece el empleo del género, totalmente separado del sexo, gracias a las aportaciones de autoras feministas, que consideran que un término más neutro puede ser más conveniente que sexo, en razón de las connotaciones negativas que este último tiene para las mujeres: subordinación, asimetría, invisibilidad, doble jornada laboral, menor salario. El objetivo era mostrar que la sociedad patriarcal, y no la biología, es la responsable de la subordinación de las mujeres»12.
Además de las nociones de género expuestas anteriormente, existen otras dos interpretaciones que destacan entre las demás y en los ámbitos académico, político y legislativo, que son: la «perspectiva de género» y la «ideología de género».
2. LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
Como se ha señalado anteriormente, uno de los caminos en la búsqueda de la igualdad entre varón y mujer fue el «relacional», que constituye uno de los antecedentes fundamentales de la perspectiva de género. El enfoque relacional propuso una organización social fundada en la distinción de los sexos, pero en un nivel de igualdad. Defendió, como unidad básica de la sociedad, la primacía de la pareja varón-mujer, sin jerarquías. Hizo énfasis en el reconocimiento de los derechos de las mujeres resaltando los aspectos propios de la feminidad, como la capacidad de engendrar y de criar los hijos. Insistió en la contribución de las mujeres a la sociedad y reclamó los derechos que por tales contribuciones les correspondían.
La argumentación relacional13 trata de buscar la igualdad sin rechazar la diferencia. Considera injusta la situación de las mujeres en la sociedad, responsabiliza a las instituciones públicas y considera que la acción política podría cambiar el estado de las cosas, todo ello sin desdibujar la idiosincrasia propia de las mujeres en cuanto diferentes a los varones. En relación con este aspecto, Gisela Bock afirma que no se compartía
«la idea de que para ser ‘iguales’, las mujeres tuvieran que aceptar los valores sociales machistas predominantes […], ni aceptaban que el ‘tratamiento igual’ liberaría a las mujeres en aquellos casos en que condujera a resultados desiguales o cuando significara igualdad en la miseria, ni que la igualdad económica, social y política exigiera que las mujeres y los hombres realizaran las mismas tareas, ni que las mujeres y los hombres fueran esencialmente idénticos. No subestimaban la diferencia sexual, sino que insistían en el derecho de las mujeres a ser diferentes y consideraban que este enfoque no era una expresión de carencia de poder y de resignación, sino de orgullo, poder y autoafirmación femeninos. Las feministas francesas resumían esta concepción como ‘la igualdad en la diferencia'»14.
En consecuencia, la corriente relacional asumió las reivindicaciones relativas al derecho de las mujeres a trabajar fuera del hogar, a participar en todas las profesiones, a votar. También exigió igualdad ante la ley civil con respecto a las propiedades y a las personas. Por ello, OFFEN apunta que:
«el feminismo relacional conjugó la cuestión de la igualdad moral de la mujer y el hombre con el reconocimiento explícito de las diferencias sociales de las funciones sexuales de los hombres y las mujeres. […] Las feministas relaciónales exigieron, cada vez más, programas gubernamentales que alentaran y subrayaran la puesta en práctica de las funciones procreativas de las mujeres, al mismo tiempo que planteaban la necesidad de facilitar otras vías por las que las mujeres pudieran ganarse la vida»15.
No obstante, fue en el ámbito de la antropología cultural, específicamente de los estudios de Gayle RUBÍN, en donde la expresión género se convirtió en una categoría de análisis empleada para entender la organización social, económica, política y jurídica, según la cual las diferencias entre varón y mujer se traducen en términos de desigualdad entre los sexos16. Fue Rubín quien se destacó por recurrir a la categoría de género con este enfoque. La antropóloga intentó realizar una aclaración terminológica que permitiera distinguir la doble realidad del sexo y del género. Para lograr este objetivo se sirvió de la expresión «sistemas de sexo-género» divulgada a partir de 1975 en «The Traffic in Women: Notes on the ‘Political Economy’ of Sex»17. Según Marta LAMAS, en los estudios de RUBIN se
«señala que la subordinación de las mujeres es producto de las relaciones que organizan y producen la sexualidad y el género. Partiendo del conocido planteamiento de LEVI-STRAUSS respecto a que el intercambio de mujeres —como primer acto cultural que reglamenta la prohibición del incesto— es lo que constituye a la sociedad, RUBÍN profundiza en qué significa diferencialmente este acto para hombres y para mujeres: de entrada los hombres tienen ciertos derechos sobre las mujeres que las mujeres no tienen sobre ellos ni sobre sí mismas. Por lo tanto, ella rechaza la hipótesis de que la opresión de las mujeres se debe a cuestiones económicas, señalando que estas son secundarias y derivativas»18.
De acuerdo con los aspectos señalados surge la expresión «perspectiva de género», la cual apunta hacia la distinción entre la diferencia sexual y los roles sociales que se construyen a partir de dicha diferencia. Su principal objetivo es la consecución de la igualdad de derechos y oportunidades entre varón y mujer, sin homogeneizados. En este sentido, la perspectiva de género coincide y está estrechamente articulada con los postulados del enfoque relacional expuestos anteriormente. Para Aurelia MARTÍN esta perspectiva «constituye una herramienta esencial para comprender aspectos fundamentales relativos a la construcción cultural de la identidad personal, así como para entender cómo se generan y reproducen determinadas jerarquías, relaciones de dominación y desigualdades sociales»19. La perspectiva de género comienza a emplearse como un instrumento analítico útil para detectar situaciones de discriminación de las mujeres. Dicho instrumento tiene como objetivo la transformación de la sociedad y la modificación de las condiciones sociales que perpetúan la subordinación de la mujer. Se trata de conseguir que tanto ellas como los varones participen en las distintas facetas de la vida en un plano de igualdad, es decir, sin reglas rígidas de género. Por ello, el campo de acción de la perspectiva de género abarca diversos ámbitos como, por ejemplo, el educativo, el familiar, el laboral, el político y el legislativo, entre otros20.
Podría pensarse entonces que la perspectiva de género se ocupa exclusivamente de asuntos referidos a las mujeres, pero no ocurre así. LAMAS advierte que la información obtenida sobre la situación de las mujeres es necesariamente también información sobre los varones; se trata de dos cuestiones que no se pueden separar. Si cambian las cosas para ellas, también deben cambiar para ellos, en beneficio de ambos y de la sociedad. Por tanto, esta perspectiva incluye tanto a varones como a mujeres, ya que la feminidad no puede comprenderse si no es en contraste con la masculinidad21. En este sentido, Ana Marta GONZÁLEZ señala que el desarrollo
«de la perspectiva de género sí ha servido para llamar la atención sobre variaciones históricas y culturales de los arquetipos de lo femenino y lo masculino, y, en esa medida, debería servir para enriquecer nuestra comprensión de la realidad social, y de los diversos modos en que lo femenino y lo masculino intervienen en su composición»22.
Teniendo en cuenta lo anterior, la perspectiva de género, entendida como un instrumento cuya finalidad es impregnar de manera transversal las leyes, instituciones y sistemas organizativos de la sociedad del ideal de igualdad entre varón y mujer —no solo formalmente, sino también materialmente— es, como ya se ha indicado, una herramienta muy valiosa para alcanzar este objetivo.
No obstante, y aunque lógicamente no se trata de un recurso ideológicamente neutro, la perspectiva de género debe diferenciarse de otros conceptos que conllevan una gran carga de «novedad» antropológica como, por ejemplo, lo que comúnmente suele denominarse ideología de género, que se expondrá a continuación. En este sentido, Jutta BURGGRAF advirtió que esta «‘perspectiva de género’, que defiende el derecho a la diferencia entre varones y mujeres y promueve la corresponsabilidad en el trabajo y la familia, no debe confundirse con el planteamiento radical […] que ignora y aplasta la diversidad natural de ambos sexos»23.
3. LA DENOMINADA IDEOLOGÍA DE GÉNERO
Junto al referido enfoque relacional, también predominó un enfoque individualista sobre los derechos entre varón y mujer. Uno de sus principales objetivos fue el igualitarismo, es decir, la pretensión de equiparar social y jurídicamente la mujer al varón, siguiendo el modelo unilateral impuesto a este por la Modernidad. Ello determinaría, en última instancia, la erradicación o eliminación de los caracteres y del espacio social que tradicionalmente habían ocupado las mujeres. De este modo, ellas se verían forzadas a emular los valores masculinos para conseguir la igualdad. En este sentido, Jesús BALLESTEROS señala que se mantenían
«como criterios para el reconocimiento de la dignidad humana los valores modernos, primando la exactitud sobre la analogía; lo superficial sobre lo profundo; el análisis sobre la síntesis; el discurso sobre la intuición; la competencia sobre la cooperación; el crecimiento sobre la conservación; lo productivo sobre lo reproductivo. Se trataba, en definitiva, de colocar a la mujer en los distintos puestos en los que hasta entonces solo había estado el varón, pero manteniendo intactos los valores de este: en especial el individualismo y el voluntarismo. Ello implicaba el deseo de hacer de la mujer un ser como el varón, devaluando lo específicamente femenino, como la maternidad»24.
Dentro de sus rasgos característicos se encuentra una visión individualista de los derechos humanos, exaltando la búsqueda de la independencia personal (o autonomía) en todos los aspectos de la vida. A la vez, descalificaba, desaprobaba o rechazaba por insignificantes todos los roles femeninos definidos socialmente y minimizaba las cualidades o contribuciones relacionadas con el sexo, incluida la posibilidad de engendrar y concomitantes. Este enfoque individualista sentaría las bases para el surgimiento del feminismo radical.
Ante la persistente desigualdad entre los papeles de los varones y las mujeres en la sociedad, en la década de los sesenta del siglo XX surge el feminismo radical, influenciado por corrientes filosóficas y científicas como el psicoanálisis de FREUD, la Escuela de FRANKFURT, el Círculo de Viena y, de manera especial, el existencialismo y el marxismo. Uno de los lemas de esta corriente fue: «lo personal es político»25. Se presuponía que las experiencias personales de las mujeres eran importantes y tenían consecuencias en la sociedad y en la cultura.
Las militantes de este movimiento utilizaron un vocabulario propio de la filosofía de la lucha de clases. Sus propuestas se dirigían a la búsqueda de una solución radical al problema de la subordinación de las mujeres. Se llegó a la conclusión de que debía atacarse la supremacía absoluta del varón en el ámbito de la sexualidad y de la reproducción. Esta fue la respuesta del feminismo radical para salir de la trampa «sexo igual género» y romper la última barrera que impedía a las mujeres su plena liberación: la de la servidumbre sexual26.
El movimiento feminista radical tuvo una gran acogida en Estados Unidos. Entre sus principales exponentes se encuentran Betty FRIEDAN, Kate MILLET y Shulamith FIRESTONE, entre otras. En Francia, se destacó especialmente la figura de Simone DE BEAUVOIR27, cuyo pensamiento igualitarista tuvo una fuerte influencia en los estudios de género que se realizarían en los años posteriores a la publicación de su obra más destacada, El segundo sexo, en 1949.
BEAUVOIR, con su conocida frase «No se nace mujer: llega una a serlo»28, sostuvo que la feminidad es un producto de la cultura y que no tiene una determinación biológica. A este planteamiento se unieron otras contribuciones filosóficas y sociológicas que, conectadas con el desarrollo histórico del feminismo, ahondaron en la negación de cualquier diferencia entre varón y mujer, incluso la dualidad sexual y, en definitiva, rechazaron cualquier referencia a un «orden natural». Entendían por tal el resultado de las leyes biológicas, por lo que lo sustituyeron por una concepción de la autodeterminación humana que incluyera también la identidad sexual29. De esta manera se produce una ruptura en la relación sexo-género, entre lo natural y lo cultural, entre lo dado y lo adquirido, entendiéndose cada uno como algo distinto y separado.
Por su parte, el psicólogo John MONEY, en su libro Desarrollo de la sexualidad humana: diferenciación y dimorfismo de la identidad de género30, manifestó que la sexualidad es psicológicamente indiferenciada en el momento de nacer y se torna masculina o femenina en el transcurso de las múltiples experiencias vividas. A partir de los estudios de MONEY, la separación entre sexo y género pareció adquirir una base científica, que en un primer momento tuvo como su mejor exponente el conocido caso de los gemelos Bruce y Brian REIMER. Los años, y los desastrosos resultados obtenidos con el experimento, mostraron lo que a la larga no fue sino el gran revés de los postulados de MONEY31.
De acuerdo con lo anterior, la separación entre sexo y género constituye una de las principales características de la denominada ideología de género, para la cual el ser humano nace sexualmente neutro y luego es socializado como varón o como mujer. Por ello, se proponen diversas formas de género que dependen de la orientación sexual como el ser homosexual, lesbiana, bisexual o transexual, equiparándolas al ser heterosexual. Por consiguiente, según las preferencias personales, cada persona se construye a sí misma a lo largo de su biografía con independencia de su sexo biológico y del contexto sociocultural en el que vive.
Asimismo, partiendo de la concepción marxista de ideología, cuya principal característica es la falta de coherencia entre la realidad y la teoría, se advierte que uno de los aspectos ideológicos en esta interpretación del género reside en su propósito de eliminar, de forma absoluta y radical, las diferencias de género y sexo entre varón y mujer. La justificación de dicho objetivo radica en que la aceptación de cualquier tipo de diferencia entre los sexos es traducida como la perpetuación y el fortalecimiento del patriarcado, es decir, del modelo de la subordinación de la mujer al varón. Por tanto, siguiendo a Ana Marta GONZÁLEZ, otro aspecto ideológico en el discurso de género es «considerar que la misma diferencia de género constituye una realidad social intrínsecamente opresiva»32.
De esta manera, el igualitarismo del feminismo radical ha desembocado en una ideología cuya estrategia consiste en difundir en la conciencia social que las desigualdades que padecen las mujeres, traducidas en términos de subordinación y opresión, solo desaparecerán en la medida en que ya no se hable de mujeres y de varones sino de seres indiferenciados que, sin tener en cuenta los aspectos biológicos, adopten en su vida el rol que deseen desempeñar. Se plantea una separación de la realidad biológica y antropológica del ser humano en aras de una igualdad y una libertad que corresponden a planteamientos igualitaristas.
De acuerdo con lo anterior pueden señalarse como rasgos generales de la ideología de género los siguientes:
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La exigencia de una igualdad absoluta entre varón y mujer, hasta el extremo de eliminar cualquier aspecto que los identifique como tales. La ideología de género niega el fundamento mismo de la diferencia, es decir, la naturaleza humana y el sexo biológico. El hecho de que en la persona concurran el sexo biológico, la identidad de género y la orientación sexual, no pasaría de ser una coincidencia o simplemente el resultado de condicionamientos culturales. Por tanto, en palabras de DI PIETRO, la «naturaleza sería ‘neutra’: o sea, no se nace hombre o mujer, es únicamente el resultado de un proceso social»33.
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Como consecuencia de lo anterior, en las propuestas de la ideología de género se produce una ruptura entre sexo y género, debido a que el género —considerado como una construcción cultural—ya no se entiende vinculado al sexo biológico: sexo-varón/género-masculino y sexo-mujer/género-femenino. Por tanto, dicha ideología ofrece una serie de géneros que devienen de la orientación sexual de la persona: heterosexual, homosexual, lesbiana, bisexual y transexual. Se llega a considerar que los seres humanos nacen neutros y posteriormente, en el transcurso de la vida, deciden a qué género desean pertenecer.
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Al igualitarismo entre varón y mujer se suma la equiparación de la heterosexualidad —estructura antropológica de la persona humana— con la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad y la transexualidad, consideradas como orientaciones sexuales que, para la ideología de género, pueden ser libremente asumidas como una «elección» que la persona realiza de acuerdo con sus deseos y preferencias personales. Este rasgo trae como consecuencia que instituciones consideradas como pilares de la sociedad, como el matrimonio y la familia, cuya característica principal y fundante es la heterosexualidad, se vean menoscabadas y desdibujadas sus propiedades y funciones originales al ser asimiladas a otro tipo de uniones34. Lo mismo sucede con la figura jurídica de la adopción, dado que, bajo estos argumentos, la aportación del varón con la paternidad y de la mujer con la maternidad en la educación de los hijos quedaría vaciada de significado. Asimismo, se estaría vulnerando el derecho del menor a tener un padre y una madre35.
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Llevada al extremo la lucha contra el determinismo biológico, sociocultural y la definición de los roles, se produce la «liberación» de la mujer de su capacidad biológica para ser madre y de esta manera eliminar una de las características más representativas y específicas del sexo femenino. Para conseguir este objetivo se hace imprescindible el reconocimiento social y jurídico de los denominados «nuevos derechos humanos», entre los que se encuentran los derechos sexuales y reproductivos36. Dichos derechos van a permitir a las mujeres evitar la maternidad, considerada también como una carga y la raíz de la discriminación histórica de las mismas37.
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Las diferencias entre varón y mujer, que fundamentan las relaciones heterosexuales, son consideradas por la ideología de género como fuente inevitable de conflictos y agresiones (físicas y psicológicas) del varón hacia la mujer, en aras de perpetuar las relaciones de dominio y subordinación entre los sexos, propias del patriarcado. No son tenidas en cuenta otras causas generadoras de violencia, como por ejemplo, los desequilibrios psicológicos, la falta de control de los impulsos, el alcoholismo, la drogadicción, etc.38
4. REFLEJO DEL USO AMBIGUO DEL TÉRMINO GÉNERO: IV CONFERENCIA MUNDIAL SOBRE LA MUJER, BEIJING, 1995
Como resultado de la falta de precisión terminológica que rodea a la expresión género, en no pocas ocasiones este término es utilizado de manera ambigua y se entiende como perspectiva de género lo que en realidad corresponde a la versión ideológica del mismo. Esto se debe a que, en algunos casos, quienes siguen los postulados de la ideología de género utilizan la palabra «perspectiva» para promocionar sus propuestas.
Como ejemplo de lo anterior puede mencionarse la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en septiembre de 1995 en Beijing, en la cual el término género fue ampliamente utilizado en el documento de la Plataforma de Acción y constituyó el mayor punto de controversia durante las negociaciones39. En dicho documento, junto a la expresión «perspectiva de género», estaban otras como «análisis de género», «factores de género», «igualdad de género»40. Sin embargo, fue ostensible en las negociaciones que con su uso no se buscaba solo eliminar las discriminaciones derivadas del hecho de ser mujer sino todo obstáculo que se opusiera a la libre elección de la orientación sexual: heterosexual, homosexual, lesbiana, bisexual y transexual.
Ante esta nueva acepción del término género no quedaba claro cuál sería el significado exacto de dicha expresión dentro del documento de la Plataforma de Acción. Por ello, Martha de CASCO, delegada oficial de Honduras, junto con otros participantes, consultaron a funcionarios de Naciones Unidas sobre esta cuestión.
Como respuesta a las numerosas inquietudes que iban surgiendo en torno a la definición de género, la dirección de la Conferencia hizo circular la siguiente definición: «Género se refiere a las relaciones entre mujeres y hombres basadas en papeles socialmente definidos que se le asignan a uno u otro sexo»41. Según Dale O’LEARY esta definición creó una mayor confusión, llevando a algunos de los delegados a expresar sus reservas, como lo hizo el delegado de Malta, que como abogado «no veía cómo se podían escribir leyes sobre las relaciones basadas en los roles definidos socialmente. Las leyes, insistía, deben referirse a las personas masculinas y femeninas. Varios delegados comenzaron a poner entre paréntesis género cada vez que aparecía en el texto»42.
Fue entonces cuando Bella ABZUG43, exdiputada del Congreso de Estados Unidos, intervino para aclarar que el «sentido del término género ha evolucionado, diferenciándose de la palabra sexo, para expresar la realidad de que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio»44. Esta definición no era para la mayoría de los delegados y las ONG profamilia lo que entendían por género. Antes de que se iniciaran los debates sobre la falta de claridad en el concepto, unos consideraban que género significaba lo mismo que sexo y otros que era sinónimo de mujer45.
Fue así como, en medio de la polémica, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, órgano preparatorio de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, encargó a un «grupo de contacto» en Nueva York —presidido por la Relatora de la Comisión, señora Selma ASHIPALA (Namibia)— que llegara a un acuerdo sobre la interpretación más común del término «género» en el contexto de la Plataforma de Acción y que informara directamente a la Conferencia de Beijing.
Después de haber analizado la cuestión,
«el grupo de contacto señaló que: 1) el término ‘género’ se había utilizado e interpretado comúnmente en su acepción ordinaria y generalmente aceptada en muchos otros foros y conferencias de las Naciones Unidas; 2) no había indicación alguna de que en la Plataforma de Acción pretendiera asignarse al vocablo otro significado o connotación, distintos de los que tenía hasta entonces»46.
Como consecuencia,
«el grupo de contacto reafirmó que el vocablo ‘género’, tal y como se emplea en la Plataforma de Acción, debe interpretarse y comprenderse igual que en su uso ordinario y generalmente aceptado. El grupo de contacto acordó también que el presente informe fuera leído por la Presidenta de la Conferencia con carácter de declaración de la Presidenta y que esa declaración formase parte del informe final de la Conferencia»47.
Así quedó consignado en el Anexo IV del Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer.
Hasta el momento no existen documentos vinculantes de la ONU que contengan los postulados de la ideología de género, pero se abren camino por vías secundarias y poco a poco van impregnando los programas y las actuaciones de sus organismos, que promueven la libertad sexual absoluta, el aborto, el matrimonio homosexual, etc. Como ejemplo de lo anterior están los llamados «Principios de Yogyakarta»48, que es un documento no vinculante, realizado por un pequeño grupo en el que figuran miembros de las Naciones Unidas, que contiene un conjunto de directrices sobre la adaptación de los derechos humanos en relación con la orientación sexual e identidad de género49.
5. CONCLUSIÓN
Dado el creciente uso del término género en numerosos ámbitos de la sociedad, y específicamente en el Derecho, resulta de gran importancia identificar a qué nos estamos refiriendo cuando lo empleamos. De no ser así, quienes siguen los postulados de la perspectiva de género —los cuales promueven la igualdad entre varón y mujer, respetando la antropología propia de cada sexo, potenciando el papel de la maternidad y la paternidad dentro del ámbito familiar— podrían estar respaldando planteamientos totalmente opuestos, como los formulados por la ideología de género, la cual aboga por un igualitarismo que homogeneiza al varón y a la mujer, ignorando cualquier tipo de diferencias entre los sexos, incluyendo las biológicas, y cuya consecuencia más nociva es el vaciamiento de significado de la maternidad, la paternidad y la familia. Por tanto, al dar claridad a los distintos modos en que es empleada la expresión género se podrá potenciar un uso más genuino y positivo para la persona humana, para la familia y para toda la sociedad, que es el que corresponde a la perspectiva de género.
Por MARTHA MIRANDA-NOVOA* Doctora en Derecho. Profesora de la Facultad de Derecho, Strathmore University. Nairobi, Kenya,
mmiranda@strathmore.edu
Para Díkaion – Revista de fundamentación Jurídica – Universidad de la Sabana
Fuentes
1 Cfr. María ELÓSEGUI, Diez temas de género, Madrid, Ediciones Internacionales Universitarias, 2011, pp. 49-96.
2 Cfr. Javier HERVADA, «Diez postulados sobre la igualdad jurídica entre el varón y la mujer», en Persona y Derecho, 11 (1984), pp. 345-359.
3 Encarnación FERNÁNDEZ, «Precursores en la defensa de los derechos de las mujeres», en Anuario de Filosofía del Derecho, VIII (1991), pp. 409-423.
4 Jesús BALLESTEROS, Postmodernidad: decadencia o resistencia, Madrid, Tecnos, 2000, p. 130.
5 Karen OFFEN, «Definir el feminismo: un análisis histórico comparativo», Historia Social, 9 (1991), pp. 117 y ss. Autores como Anne-Marie KÄPPELI realizan un análisis similar refiriéndose a dos corrientes, una «igualitaria» y otra «dualista». Al respecto afirma que las «posiciones teóricas que sostienen los feminismos del siglo XIX se encuentran esencialmente unidas a dos representaciones de la mujer: una, que se basa pura y simplemente en lo humano, anima una corriente igualitaria; la otra, que postula el eterno femenino, da origen a una corriente dualista. La paradoja reside en que las mujeres piden la igualdad de los sexos, a pesar de ser diferentes de los hombres», y añade que para la corriente igualitaria «el motor central del cambio es el legislador. El Estado será el compañero que habrá de regular los conflictos de intereses. La exigencia de reconocimiento de la mujer en tanto ciudadana y las repetidas campañas a favor de la igualdad política son expresiones de esta corriente […] Por el contrario, la representación dualista […] coloca en el centro de su argumentación la facultad maternal de la mujer, cualidad que no solo define físicamente, sino también psíquica y socialmente. Se pone el acento en la aportación cultural de la mujer […] la maternidad sirve como argumento a favor de reformas educativas y legislativas. Contrariamente a la concepción igualitaria, la unidad sociopolítica fundamental no es la individualidad, sino la dualidad masculino/femenino y la familia». Anne-Marie KÄPPELI, «Escenarios del feminismo», en Georges DUBY y Michelle PERROT (dirs.), Historia de las mujeres en Occidente, Madrid, Taurus, tomo IV, 1991, pp. 498-499.
6 Diccionario de la Lengua Española, en http://buscon.rae.es/draeI/, fecha de consulta: 8 de agosto de 2012. Por otra parte, la definición del vocablo sexo remite a «la condición orgánica, masculina o femenina».
7 Aurelia MARTÍN, Antropología del género: culturas, mitos y estereotipos sexuales, Madrid, Cátedra, 2006, p. 36.
8 Joan SCOTT, «El género: una categoría útil para el análisis histórico», en James AMELANG y Mary NASH (eds.), Historia y género: las mujeres en la Europa moderna contemporánea, Valencia, Alfons el Magnànim, 1990, pp. 27-28.
9 Ibid., p. 28.
10 De acuerdo con Paloma DURAN, «el término ‘género’ se interpreta de un modo amplio. Inicialmente los estudios referidos a la situación de las mujeres se entendieron como exclusivos de las mujeres. Pero este enfoque resultó insuficiente, considerando que la situación de las mujeres estaba en muchos ámbitos condicionada y perfilada en función de la situación de los varones, y sobre todo, en función de la sociedad. Por ello, se pasó del Women Studies, al Gender Studies. Y ese cambio ha supuesto una visión mucho más global del ejercicio de derechos humanos por parte de las mujeres. Otra cosa es que en algunos sectores doctrinales se proponga la cuestión de otro modo, y se entienda que las diferencias entre lo biológico y lo cultural son tan fuertes que puede afirmarse que la diferencia varón/mujer viene dada por razones biológicas, mientras que la construcción del género y la opción sexual es fundamentalmente de carácter cultural». Paloma DURAN, «La autonomía de género en la Europa del Este», en Cuadernos Constitucionales de la Cátedra Fadrique Furi� Ceriol, 26-27 (1999), p. 50.
11 La cita textual es: «Le Sexe (gender): statut personnel, social et juridique d’un individu en tant qu’homme ou femme ou statut mixte», Jaap E. Doek, «Rapport Générale», en AA.W., Transsexualisms, medicine et droit, XXIIIe Colloque de Droit Européen, Amsterdan, Conseil de l’Europe, 1993, p. 218. Cfr. Ma Luisa DI PIETRO, «Le basi biologiche délia sessualità», en Ma Luisa DI PIETRO y Elio SGRECCIA, Interrogativi per la bioética Brescia, La Scuola, 1998.
12 Silvia TUBERT, «¿Psicoanálisis y género?», en Silvia TUBERT Del sexo al «género»: los equívocos de un concepto, Madrid, Cátedra, 2003, p. 361.
13 Gisela BOCK advierte que actualmente «vuelve a analizarse y a discutirse cómo debe entenderse esta forma de feminismo y se la compara con otras formas, sobre todo en los enfoques que distinguen entre ‘feminismo de la igualdad’ (‘equidad’) y ‘feminismo social’, entre ‘feminismo individualista’ y ‘feminismo relacional’, entre ‘feminismo liberal’ y ‘feminismo del bienestar’, entre ‘feminismo político’ y ‘feminismo doméstico’. Aun a riesgo de ocultar el hecho de su real intersolapamiento, estas categorías en apariencia excluyentes […] señalan la gran importancia que tenía la función de la maternidad en las teorías, demandas y esperanzas de liberación de los primeros movimientos femeninos». Gisela BOCK, «Pobreza femenina, derechos de las madres y Estados del bienestar (1890-1950)», en Georges DUBY y Michelle PERROT (dirs.), Historia de las mujeres en Occidente, Madrid, Taurus, tomo rv, 1991, p. 415.
14 Ibíd., p. 414.
15 También indica que a lo largo de la historia europea «y en particular en el siglo xix, las premisas relaciónales del feminismo estuvieron enraizadas en el dimorfismo sexual y se fundaron en una visión de las responsabilidades específicas y complementarias, en el marco de una sociedad organizada, que podía invalidar (y a menudo así lo hizo) las exigencias de una libertad personal que fuera más allá de la equivalencia moral; dichas responsabilidades no solo fueron aceptadas por las mujeres y los hombres progresistas de esa cultura sino que se convirtieron, además, en la piedra angular de amplísimas reivindicaciones en favor de la autoridad legal de las mujeres y de cambios más profundos en el equilibrio sexual del poder». Karen OFFEN, «Definir el feminismo: un análisis histórico comparativo», Historia Social, 9 (1991), pp. 114, 122.
16 En este sentido, Donna HARAWAY afirma que la «palabra ‘gender’ se halla en el eje de las construcciones y de las clasificaciones de los sistemas de diferencia». Donna HARAWAY, «‘Género’ para un diccionario marxista: la política sexual de una palabra», en Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza, Madrid, Cátedra, 1995, p. 219.
17 Gayle RUBIN, ‘The Traffic in Women: Notes on the ‘Political Economy’ of Sex», en Rayna Reiter (ed.), Toward an Anthropology of Women New York, Monthly Review Press, 1975.
18 Marta LAMAS, «La antropología feminista y la categoría’género'», Nueva Antropología, 30 (1986), p. 191.
19 Aurelia MARTÍN, Antropología del género: culturas, mitos y estereotipos sexuales, ob. cit., p. 10.
20 Cfr. Marta LAMAS, «La antropología feminista y la categoría’género'», cit., p. 191.
21 Este aspecto se explica con claridad en los trabajos de Blanca CASTILLA, especialmente en: Persona Femenina – Persona Masculina, Madrid, Rialp, 2004, y La complementariedad varón-mujer: nuevas hipótesis, Madrid, Rialp, 2004.
22 Ana Marta GONZÁLEZ, «Género sin ideología», Nueva Revista, 124 (2009), p. 39.
23 Jutta BURFFRAF, «Género (‘gender’)», Lexicón: Términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas», Madrid, Palabra, 2004, pp. 524-525.
24 Jesús BALLESTEROS, Postmodernidad: decadencia o resistencia, Madrid, Tecnos, 2000, p. 130.
25 Este eslogan fue acuñado por Kate MILLET para expresar que lo que ocurre en el ámbito de lo privado tiene consecuencias en el ámbito de lo social, en el ámbito de lo público. Kate MILLET, Política sexual, Madrid, Cátedra, 1995.
26 Adriana CAVARERO y Franco RESTAINO, Le filosofie femministe, Milán, Bruno MONDADORI, 2009, pp. 32-33.
27 María ELÓSEQUI señala que las dos «representantes paradigmáticas del movimiento de liberación de la mujer fueron Simone de BEAUVOIR, con su ya considerada obra clásica del feminismo, El segundo sexo, y más tarde Betty FRIEDAN que publica La ilusión femenina. De este modo Estados Unidos y Francia se convierten en la cuna del feminismo radical. En Europa se inspira en el marxismo, mientras que en EE.UU. solo en parte, y en este caso es más crítico». Y respecto al feminismo en Estados Unidos agrega que, «dentro del movimiento de liberación de las mujeres surgido en los años 60 en dicho país se debe distinguir entre tres corrientes feministas: el feminismo radical, el feminismo socialista y el feminismo liberal». María ELÓSEGUI, Diez temas de género, ob. cit., p. 35.
28 Simone DE BEAUVOIR, El segundo sexo, tomo ii, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1962, p. 13.
29 Cfr. Maria Giovanna NOCCELLI y Piersandro VANZAN, Pechino 1995: Bilancio e prospettive delia IV Conferenza mondiale sulla donna, Roma, Ave, 1996, p. 36, nota 15.
30 Cfr. John MONEY y Anke EHRHARDT, Man and Woman, Boy and Girl: Differentiation and Dimorphism of Gender, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1972.
31 La historia corresponde a dos hermanos gemelos nacidos en 1965 en Winnipeg (Canadá). Cuando contaban con siete meses de edad, a uno de ellos —Bruce— le debió ser extirpado su miembro viril después de habérsele practicado mal una operación de circuncisión. Por recomendación del doctor MONEY a los padres, después de realizarle al pequeño una cirugía de castración, este tendría que ser educado como si se tratase de una niña y su hermano —Brian— recibiría una formación de acuerdo con su condición masculina. Con el ánimo de que Bruce no supiese la verdad de su sexo, se le cambió el nombre por el de Brenda REIMER.
MONEY describió el experimento como exitoso en su libro Man and Woman, Boy and Girl con el que pareció superarse la controversia entre lo natural y lo cultural, lo dado y lo adquirido. Pero con el transcurso de los años, y ante los innumerables problemas psicológicos de Brenda, sus padres le confesaron la verdad e intentaron remediar el daño causado. Se le realizó una cirugía reconstructiva de su verdadero sexo, y Brenda cambió su nombre por el de David. El caso concluyó de forma trágica con el suicidio de Brian en 2002 y, dos años después, en mayo de 2004, con el de David a la edad de 38 años. La verdadera historia de los hermanos Reimer fue narrada en: John COLAPINTO, As nature made him the hoy who was raised as a girl, New York, Harper Perennial, 2006. Cfr. John MONEY y Anke EHRHARDT, Man and Woman, Boy and Girl: Differentiation and Dimorphism of Gender, ob. cit., 1972.
32 Ana Marta GONZÁLEZ, «Género sin ideología», ob. cit., p. 38.
33 Ma Luisa DI PIETRO, «Identidad sexual y género», en Medicina y Ética, 17 (2006), p. 97.
34 Pierpaolo DONATI, «La familia como relación de género», en Manual de sociología de la familia, Pamplona, Eunsa, 2003, pp. 145-148.
35 Xavier LACROIX, La confusión de géneros: respuesta a algunas demandas homosexuales sobre el matrimonio y la adopción, Bilbao, Mensajero, 2006.
36 Cfr. María ELÓSEGUI, Diez temas de género, Madrid, ob.cit., pp. 119 y ss.
37 Cfr. Angela APARISI, «Ideología de género: de la naturaleza a la cultura», en Persona y Derecho, 61 (2009), pp. 184-187.
38 Cfr. María LACALLE, «La ‘deconstrucción’ de la sociedad a través de la legislación», en María LACALLE y Patricia MARTÍNEZ (coords.), La ideología de género: reflexiones críticas, Madrid, Ciudadela, 2009, pp. 293-295.
39 Jane ADOLPHE, «The meaning of ‘gender’ within the United Nations System», en Angela Aparisi (coord.), Persona y Género, Pamplona, Aranzadi, 2011, pp. 127-152.
40 Jane ADOLPHE señala que en la » 1995 Fourth World Conference on Women, held in Beijing, produced a final document that used the term ‘gender’ 233 times […] As delegates soon discovered, the term ‘gender’ became the core concept of this revolution, and the main point of controversy during negotiations». Ibid., p. 138. Cfr. Martha Lorena de Casco, «Foreword», en W. AA., Empowering Women: critical views on the Beijing Conference, Australia, Little Hills Press, 1995, p. 15.
41 Cfr. Dale O’LEARY, La agenda de género: redefiniendo la igualdad, Costa Rica, Promesa, 2007, p. 128.
42 Ibid.
43 Abogada y política norteamericana, fundó y dirigió el grupo contra la guerra Women Strike for Peace y, junto a Betty FRIEDAN y Gloria STEINEM fundó la organización National Women’s Political Caucus. Entre sus obras se destaca: Gender gap: Bella Abzug’s guide to political power for American women, Boston, Houghton Mifflin, 1984.
44 Oscar ALZAMORA, voz «Ideología de género: sus peligros y alcances», en Lexicón: términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas, Consejo Pontificio para la Familia, Madrid, Palabra, 2007, p. 594.
45 Vid. O’LEARY, Dale, La agenda de género: redefiniendo la igualdad, ob. cit., pp. 133-141.
46 El Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer puede consultarse en: http://daccess-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N96/273/04/PDF/N9627304.pdf?OpenElement fecha de consulta: 13 de febrero de 2012.
47 Ibid.
48 Los Principios de Yogyakarta pueden consultarse en: http://www.yogyakartaprinciples.org/principles_sp.htm, fecha de consulta: el 13 de febrero de 2012.
49 Cfr. Carmen MARSAL, «Los principios de Yogyakarta: derechos humanos al servicio de la ideología de género», en Díkaion, 1 (2011), p. 119-130.
BIBLIOGRAFÍA
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4.- El gran timo de la ideología de género: la soledad
5.- Los pilares de la medicina transgénero se tambalean
¿Realmente puedes ser transgénero a los cuatro años? Matthew Stubbings y su esposa Klara Jeynes, ambos de 44 años, de la ciudad inglesa de Doncaster, creen que sí. Su «hijo» Stormy nació como una niña llamada Emerald. Sin embargo, desde los 18 meses Emerald se identificó como un niño como su hermano gemelo Arlo, por lo que lo están criando como un niño.
«Su identidad de género, lo que está en su cabeza, no coincide con su sexo físico«, escribió el padre de Stormy en LinkedIn. «Estoy muy orgulloso de que sepa quién es y no está limitado por las normas y los prejuicios sociales«.
Por suerte para estos niños y sus padres, y por desgracia para los expertos de las clínicas de género, las últimas noticias en este frente dejan una nube de dudas sobre la medicina transgénero. Cada vez más parece una especie de vudú del siglo XXI. En una serie de publicaciones, los médicos han expresado su consternación por la facilidad con la que se puede realizar la transición de género y su rápida difusión entre los jóvenes.
La Karolinska pisa los frenos
Por el momento, la sabiduría aceptada entre los médicos transgénero es el llamado Protocolo holandés:
- Esto permite los bloqueadores de la pubertad a las 12 (e incluso a las 8-9, en algunos casos).
- Las hormonas de sexo cruzado (testosterona para las niñas y estrógeno para los niños) comienzan a los 16 años.
Sin embargo, esta semana, el Hospital Karolinska de Suecia, de renombre mundial, puso el freno, «un momento decisivo«, según la Sociedad para la Medicina de Género Basada en Evidencia. Es la primera vez que un hospital importante se ha desviado oficialmente de las pautas emitidas por la Asociación Mundial de Profesionales para la Salud Transgénero.
La Karolinska declaró en un comunicado de prensa que las investigaciones del gobierno sueco habían:
Mostrado una falta de evidencia tanto de las consecuencias a largo plazo de los tratamientos, como de las razones de la gran afluencia de pacientes en los últimos años. Estos tratamientos están potencialmente cargados de consecuencias adversas, extensas e irreversibles, como enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, infertilidad, mayor riesgo de cáncer y trombosis.
En su prosa sencilla, el comunicado de prensa declara que es «un reto» para los médicos evaluar los pros y los contras del tratamiento y «aún más» para los pacientes y sus padres dar un consentimiento verdaderamente informado.
Por lo tanto, el Karolinska dejará de prescribir bloqueadores de la pubertad y hormonas cruzadas para menores de 16 años. El tratamiento hormonal para adolescentes de entre 16 y 18 años se permitirá, pero sólo como investigación que deberá ser aprobada por un comité de revisión ética. Básicamente, las autoridades suecas han decidido que la medicación convencional para el género es un procedimiento experimental potencialmente peligroso.
El estudio de Westmead
El mes pasado, varios médicos del Westmead Children’s Hospital, un gran hospital público en Sydney, publicaron una importante declaración con sus dudas sobre el tratamiento estándar de la disforia de género en la revista Human Systems. Fue necesario un gran coraje, ya que el mensaje entre líneas es que el personal del hospital está profundamente dividido sobre el tema. De hecho, como médicos, identifican los “discursos sociopolíticos polarizados” como uno de los mayores desafíos que enfrentan.
Éstos son algunos de los problemas que plantean:
- Primero, que la medicina moderna todavía no comprende muy bien el fenómeno de la disforia de género. «A pesar de la existencia de pautas«, escriben, «la base de evidencia para todos los aspectos del tratamiento fue y sigue siendo escasa«.
Pero ni los pacientes ni sus familias se dieron cuenta de esto. “Las familias tendían a medicalizar la angustia del niño, atribuyéndola únicamente a la disforia de género como un fenómeno aislado, con la consecuencia de que la familia identificó la vía médica como el único camino potencial a seguir”.
- En segundo lugar, muchos de los jóvenes que solicitaron tratamiento creían que «afirmación de género» significa intervención médica inmediata: medicamentos y posiblemente cirugía. Los autores intentaron que sus pacientes aceptasen un enfoque holístico de su disforia que tuviera en cuenta sus problemas familiares, psicológicos y biológicos, pero sus palabras “cayeron en oídos sordos”.
¿Por qué? En parte, porque la filosofía de la «afirmación de género» implica la aceptación incondicional de lo que diga el paciente. Pero también por la información que habían recabado de sus amigos, de Internet, de las redes sociales y del personal sanitario. «Muchos niños no tenían la capacidad cognitiva, psicológica o emocional para entender las decisiones que estaban tomando«.
- En tercer lugar, sus pacientes solían tener muchos otros problemas sociales y psicológicos, o «comorbilidades», según la terminología médica. Se sentían acosados por sus compañeros y estaban en conflicto con sus padres o cuidadores. Muchos eran autistas, padecían depresión o psicosis o habían sufrido abusos sexuales.
- En cuarto lugar, se presionaba a los médicos para que se convirtieran en sellos de goma para el autodiagnóstico de sus pacientes. Esto era personalmente angustioso y éticamente desafiante:
Desde la perspectiva del personal clínico, reconocimos la aparición de esta mentalidad de «cinta transportadora» o de «marcar la casilla» -el modelo médico para tratar la disforia de género desprovisto de atención holística (biopsicosocial)- como impulsada por la creencia errónea de que la afirmación de la disforia de género equivale a una vía de intervención médica. De este modo, sentimos que este discurso sociopolítico concreto nos presionó de forma significativa, como clínicos del Servicio de Género, para que abandonáramos la práctica ética y reflexiva en salud mental.
La revisión de la evidencia del NICE del Reino Unido
En marzo, el Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud y la Atención (NICE) del Reino Unido publicó dos revisiones de evidencia sistemática de bloqueadores de la pubertad y hormonas de sexo cruzado como parte de una revisión de la atención de la disforia de género. Encontró que muchos estudios citados con frecuencia son de muy baja calidad.
Como ejemplo de cómo se utiliza incorrectamente esta investigación publicada, es posible tomar The Trevor Project. Se trata de un grupo estadounidense destacado que afirma ser “la organización nacional líder en la prestación de servicios de intervención en crisis y prevención del suicidio a jóvenes lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, queer y cuestionadores (LGBTQ) menores de 25 años”. En su sitio web, cita varios estudios para respaldar las afirmaciones sobre los poderosos efectos beneficiosos de la medicina afirmativa de género. Pero casi todos estos fueron descritos como deficientes por NICE. El estudio utilizó frases condenatorias como: «con alto riesgo de sesgo», «de mala calidad en general», «No se informaron resultados críticos» o «se informó de manera deficiente».
Hay muchas revistas y millones de estudios que apoyan el tratamiento médico de la disforia de género de los adolescentes. Nunca faltan doctores bien pagados con cuentas activas de Twitter para esparcir el polvo de hadas de la jerga estadística sobre la “evidencia”. La pregunta es si esa evidencia es sólida y confiable. Desde este punto de vista, el estudio NICE fue devastador.
El juicio de Keira Bell
En diciembre del año pasado, una valiente joven británica llamada Keira Bell ganó su demanda contra un centro de género que la había ayudado a «hacer la transición» de mujer a hombre. A los pocos años se arrepintió de su decisión. En una sentencia larga y reflexiva, el Tribunal Superior dictaminó que las personas menores de 16 años no podían dar su consentimiento informado en las decisiones que cambian la vida donde se encuentra implicada la medicina de género. También encontró que la evidencia para el tratamiento clínico era escasa y poco convincente. Incluso lo describió como «tratamiento experimental«.
La idea de que los derechos de los transexuales son la cuestión de los derechos humanos de la actualidad es una ilusión. La idea de que los fármacos y la cirugía afirmativa del género son la única forma de curar la disforia es una ilusión. Y la impresión de que el movimiento transgénero es una fuerza imparable también es una ilusión.
Estos acontecimientos recientes no son conclusiones partidistas: son los hechos. Demuestran que la verdad triunfará sobre la locura, eventualmente. Lo que no se sabe es cuántas vidas de jóvenes se destruirán antes de que se entre en razón.
Publicada en Mercatornet por Michael Cook | 7 de mayo de 2021 |The pillars of transgender medicine are shaking
5.- El tratamiento de afirmación de género en menores con disforia
En la práctica médica pediátrica, se presenta el caso de menores de 18 años con disforia de género o con discordancia de género, caracterizadas por una incongruencia entre el sexo biológico y el género sentido. De esta manera, se ofrece la posibilidad médica y jurídica de iniciar un tratamiento de afirmación de género en niños y adolescentes. Aunque el tratamiento indicado para lograr dicho objetivo ha sido avalado por algunas asociaciones científicas, también ha sido objeto de serios cuestionamientos por la posible irreversibilidad de los procedimientos que se realizan en el cuerpo del menor. Por este motivo, si bien la ley le reconoce cierta autonomía al menor para tomar la decisión de iniciar un tratamiento de afirmación de género, la falta de madurez para entender y asumir la información que se le brinda podría llegar a cuestionar la validez del consentimiento informado.
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Testimonios
disforia de género
Aunque oímos hablar constantemente de las personas «trans», no oímos nunca hablar de las personas «detrans» o destransicionadoras. Las destransicionadoras son personas que debido a la disforia de género que sufrían optaron por un proceso de transición farmacológico y/o quirúrgico para parecer del otro sexo pero que después se arrepienten y deciden detenerlo y volver atrás, intentando revertirlo y reconociendo su sexo biológico.
La experiencia de la destransición, tanto a nivel personal, como médica y social, es una realidad que incomoda al movimiento transactivista, y los testimonios de las personas destransicionadoras se intentan ocultar apelando a una supuesta transfobia de quien los muestra. Creemos, exponer esta cara oculta del fenómeno “trans” es muy necesario para ayudar a comprender la realidad de un malestar mal diagnisticado que empuja a muchas personas a declararse “trans” e iniciar una transición médica de consecuencias irreversibles.
Fernando García, y su hija, Barcelona
La psicóloga rápido, la metió en la cinta transformadora: «Me llamo Fernando García, vivo en Viladecans, Barcelona (España). Trabajo en una nave de Mercadona, en el turno de noche. Mi hija, que tiene diecinueve años ahora, está metida en esto hasta el cuello. Ya tiene pelo por todo el cuerpo, hasta en los glúteos (…). Y ahora se empeña en que quiere quitarse los pechos, pero ya le he dicho que ni hablar«
Son sólo algunos de los múltiples testimonios que el reportero Quique Alsedo reunió en el libro más completo y coral sobre la epidemia trans en España.
Páginas desgarradoras que denuncian la peligrosa nueva religión que está generando daños físicos y psicológicos irreparables en cada vez más jóvenes. Un credo que ofrece la posibilidad de crearse a sí mismos, ser hombre o mujer depende de tus sentimientos y nadie puede decirte quién eres.
Sin valoración psicológica, sin nada
«Se le empezó a caer el pelo, pero a puñados. Hubo partes de la cabeza que se le quedaron calvas como la palma de la mano. Fuimos al médico, le dieron cortisona y lo recuperó. Tenía trece entonces. A partir de ahí se volvió hipersensible a los problemas de los demás, del colectivo LGTB y toda la pesca. Me pidió que la llevara al Orgullo Gay, a Barcelona. La llevé encantado, porque yo era muy moderno y tal. Pero no eran sólo los homosexuales: la gente de color, la opresión, todo la enervaba… Le daba like a todo lo que fuera LGTB», comenta Fernando sobre su hija.
«Ella jamás se identificó con las guapas del cole, ni con las guays, ni nunca ha ido con las chicas que ligan cuando quieren, ni con los chicos alfa. No quiero meterme con la gente de peso o fea o tal, pero sus amigas siempre eran las más feas del cole (…). A ver, entiéndeme: celebrábamos un cumpleaños, venían sus amigas y decíamos: pero ¿esto qué es? La feíta, la gordita, la rara… Todas las causas perdidas. Ella se acercaba a aquel con el que todos se metían, era su norma. Era lo que hacía».
La pendiente comienza a los quince años. «De golpe, empieza a vomitar por las noches, todas, por sistema. Le hicimos pruebas de todo tipo y nos dijeron que era algo nervioso. Empezó a adelgazar también, una burrada. Todas las noches a urgencias con vómitos, dos años estuve así con ella, dos. Cada noche».
«Con diecisiete ya nos dice la frase: se siente un hombre en cuerpo de mujer. Pero ojo, como un chico gay. Incluso bromeé con el tema. No sabía qué podía implicar. Nos quedamos tan alucinados que no le dijimos nada».
La niña había abandonado el bachillerato artístico que cursaba y «se tira horas y horas viendo en Internet a unos cómicos estadounidenses que van vestidos de drag queens...». Fernando y su mujer intentaban saber más, pero era imposible. «Nos dimos cuenta de que el tema trans iba en serio, no veíamos progreso ninguno en su actitud y pensé que sería mejor cambiarla de psicólogo. Busqué otro aquí, en Viladecans, cerca de casa. Una chica, se llamaba Laura. Le comentamos: ‘Dice que es un chico, pero nosotros sabemos que está equivocada’. Nos contestó: ‘Vale, no hay problema, traedla’.
«Entramos en la consulta y nos suelta, muy seria: ‘Preparaos porque vuestra hija está haciendo una transición hacia la masculinidad de una manera muy particular: quiere ser un chico, pero un chico muy femenino’. Nos quedamos de piedra: resultó que era una profesional completamente afirmativa. Durante esas sesiones, en vez de poner en duda las chorradas que ella decía, se había dedicado a reafirmárselas».
«¿Por qué Fernando y su mujer mantuvieron a la joven a merced de esa psicóloga afirmativa si lo era de forma tan evidente, aún con la ley maniatando a los profesionales?», se pregunta el autor del libro. El shock que provoca en los padres, puede ser la clave. Es enero de 2022. «Fernando recuerda que ‘pasaron cerca de dos horas’ después de que la chica franqueara la puerta. Ella, ya mayor de edad y por tanto autónoma, no quiso que él entrara».
«La cría sale de Trànsit (servicio público para personas trans) con una sonrisa. ‘Mira, papá, me han dado ya las recetas’. Macho, la testosterona. En la primera visita. Sin analítica, sin prueba de endocrino, sin valoración psicológica, sin nada, ya le habían dado la receta para empezar a hormonarse. ¡Qué coxxx es eso, dímelo! Eso es captar gente, eso es proselitismo…», asegura Fernando al autor del libro, sobre una decisión que se tomó sin ningún examen previo, solo «con su DNI».
Su hija empieza entonces a untarse testosterona por el cuerpo, en enero de 2022. «Ahí ya nos hartamos, dijimos basta. Por indicación de la psicóloga la estábamos llamando por el nombre de chico que ella quería, pero le dijimos: ‘Se acabó, vamos a volver a llamarte por el nombre que te pusimos al nacer y punto. Creemos que te estás equivocando totalmente, que lo que haces es un error, y no vamos a seguir participando de esto'».
«Transigimos demasiado, le dejamos llevarlo hasta donde ella quiso. Pero claro, éramos, cómo decirte… (…). Hoy ella tiene ya bigote, pero ‘se sigue vistiendo de mujer’«.
Fernando verbaliza cómo encaja, como un guante, lo trans -al igual que la anorexia- en la entropía adolescente: «Para ellas sólo existe lo trans, lo trans, lo trans. No hablan de otra cosa. Su vida es eso’. Y el subidón de autoestima, el lugar en el mundo: ‘Para sus amigas, ella es la heroína: ‘Qué valiente eres’, ‘Eres la mejor’. Por estar metiéndose una cosa que le puede causar infertilidad y alopecia, dañarle los huesos, y que encima la Seguridad Social se lo da gratis y sin haberle hecho ningún control de ningún tipo'».
«No sabe muy bien por dónde tirar. Le pagamos un curso de tatuajes de la leche en la mejor escuela de Barcelona, pero se aburrió. Luego hizo otro de maquillaje para cine, que ahora sale maquillada como una puerta a la calle… No sabe qué quiere, ni con su cuerpo ni en la vida».
Su madre se dirige a ella con «pronombres neutros. Ha llorado mucho, pero no discute. Yo paso, la llamo por su nombre, qué narices. Pero no le discuto todo, al menos«, dice Fernando. Hoy, AMANDA -Agrupación de Madres de Adolescentes y Niña/os con Disforia Acelerada- es el único asidero y fuente de formación e información para estos padres.
Morgan, 26 años, Ohio
Me llamo Morgan. Soy detrans. Tengo 26 años (al 2023) y me identifiqué como trans durante cinco años. En marzo de este año, después de meses de intentar ignorar las dudas y el arrepentimiento que empezaron a asaltarme en torno a mi transición, me desperté una mañana dándome cuenta de que mi identidad trans no tenía nada que ver con convertirme, en mi yo más genuino ni con vivir una vida auténtica. Por el contrario, fue un último y desesperado intento de convertirme en otra persona para escapar de mis traumas no identificados y de mis problemas de salud corporal y mental.»
Cuando empecé a explorar la ideología de género, mi vida era un caos. Estaba en una relación lésbica emocionalmente manipuladora. Me aislaba en mi apartamento y bebía con regularidad. No asistía a mis clases ni socializaba con normalidad. Me había cautivado la idea de que mi cuerpo femenino estaba fundamentalmente mal y me seducía la perspectiva de que había algo que podía hacer al respecto.
Cuando busqué ayuda para mis complicados sentimientos hacia mi sexo femenino, me «afirmaron», es decir, me administraron hormonas transgénero que alteraban mi vida, con un escaso cuestionamiento o tratamiento de mis problemas subyacentes.
A los 21 años, un médico con licencia en este estado me recetó testosterona sintética innecesaria desde el punto de vista médico. Apenas un mes después de cumplir 22 años, me sometí a una doble mastectomía por recomendación de un terapeuta que también tiene una licencia de trabajo activa en este estado.
Me senté con estos profesionales durante horas, describiéndoles lo incómoda que me sentía en mi cuerpo, lo desconectada que me sentía de mí misma y lo difícil que era caminar por el mundo como una mujer masculina. La enfermera que me recetó testosterona me dijo que la transición sería perfecta y que nadie notaría que había nacido mujer. Después de toda una vida con problemas de imagen corporal y una desesperación cada vez mayor por no ser yo misma, aquello fue música para mis oídos. Creo que mis médicos nunca se plantearon que no hiciera la transición. Creo que cuando entré en la clínica de género, la medicalización era la única opción. Necesitaba que los profesionales en los que confiaba me ayudaran a hacer las paces con mi cuerpo femenino, no que confirmaran mi ilusión de que las hormonas y una mastectomía estética me harían sentir mejor. Necesitaba que me dijeran que no.
Esta semana se cumplen cinco años de mi primera inyección de testosterona. Me dijeron que esta medicalización experimental me salvaría la vida. A mis padres les hicieron creer que era la única forma de mantener a su hija viva, sana y feliz. Ningún médico se molestó en profundizar conmigo por qué me sentía tan desconectada de mi cuerpo femenino y por qué pensaba que provocarme un desequilibrio endocrino, amputarme los pechos sanos y hacerme pasar por un miembro del sexo opuesto era un plan de tratamiento adecuado.
Puedo decir con un cien por cien de certeza que esta medicalización sólo me produjo nuevos problemas de salud y angustia mental. Nunca legitimaré estos tratamientos experimentales como algo basado en el amor o el cuidado de una persona. Bajo el eufemístico disfraz de «cuidados que salvan vidas y afirman el género», los profesionales de este estado se han convertido en facilitadores con sus talonarios de recetas. En su punto más alto, mis niveles de testosterona eran once veces superiores al rango máximo para un cuerpo femenino. ¿Es esta la atención que queremos para nuestros habitantes de Ohio?
Cuando me di cuenta de que mi medicalización no era más que un placebo muy elaborado avalado por múltiples profesionales de la medicina, tomé la decisión inmediata de desintoxicarme. Se acabó. Dejé la testosterona de golpe y soporté los cuatro meses más brutales de mi vida.
No tenía energía. No me duché durante casi dos semanas. Lloraba continuamente, conmocionada por lo que me habían permitido hacerle a mi cuerpo en un estado tan vulnerable y con un cerebro subdesarrollado. Me pasaba el día tumbada en la cama, asimilando que nunca podría amamantar a los hijos que ni siquiera sabía que quería tener cuando me hicieron la mastectomía. No sabía si esos sentimientos desaparecerían algún día, y empecé a hacer planes para suicidarme. Mi familia estaba tan preocupada que mis padres me hicieron volver a casa para asegurarse de que comía, me bañaba y dormía.
Envié una carta al médico que me recetó el tratamiento en la que le contaba lo arrepentida que me sentía y todas las cosas que desearía que hubiera sido diferentes en el tratamiento que recibí. Nunca me contestó.
Llevaba siete años trabajando con la misma terapeuta cuando la llamé para contarle los problemas que había detrás de mi decisión de hacer la transición. Le envié listas de todo lo que debería haberme tratado en lugar de hormonarme y someterme a una mastectomía. Nunca olvidaré cuando le oí decir: «Te he fallado».. Me dijo que se trataba de un campo de la psicología tan nuevo y que la medicina moderna está a la vanguardia en el aprendizaje de cómo tratar la disforia de género. ¿No es curioso? Porque la narrativa actual dice que esta medicalización es una ciencia asentada.
Si yo no podía dar un consentimiento informado a los 21 años, ¿por qué pretendemos que los niños puedan hacerlo? Con este proyecto de ley, podemos garantizar que los niños de Ohio estén protegidos para que nunca se despierten y se encuentren en mi situación. Ojalá nunca hubiera abierto la caja de Pandora de la ideología de la identidad de género. Ojalá me hubieran dicho que no los profesionales en los que confiaba. Ojalá pudiera decir que soy la excepción a la regla, pero todos en esta sala saben que eso es falso. Acudo a ustedes, con las cicatrices de este escándalo médico, para pedirles que, por favor, voten a favor del proyecto de ley 68 para proteger a los niños de Ohio.
Sinéad Watson, 30 años, Escocia
No me gustaban los vestidos. Yo quería jugar con los chicos, subir a los árboles y rodar por el barro. Cuando tuve mi período, me sentí asquerosa, sucia y avergonzada. También sufrí con los cambios de apariencia, especialmente con la atención no deseada que comportaba tener pechos grandes, con mi cuerpo y aceptar que nunca se restauraría. El proceso de obtener hormonas fue sorprendentemente sencillo: no hubo una investigación profunda sobre lo que podría haber causado mi depresión. Las agresiones nunca surgieron. Al principio la testosterona parecía una solución milagrosa. Antes, intentar motivarme para hacer cualquier cosa era una pesadilla. Con la testosterona volví al gimnasio, empecé a correr de nuevo. Pasaba por delante de pubs con borrachos fumando fuera y ni siquiera me miraban. Era un mundo distinto. No había miedo a que me siguieran o me tocaran o, en el peor de los casos, que me violaran. Me sometí a una doble mastectomía y tenía la intención de hacerme una cirugía «inferior» (faloplastia). Pero entonces surgió mi depresión y empezaron mis dudas. Todos los problemas que se suponía que debían resolverse con la transición todavía estaban allí. Había desarrollado problemas de vejiga a causa de la testosterona y estaba experimentando rampas abdominales graves. Tuve una crisis de identidad masiva y no podía creer lo que había hecho. Dejé de tomar testosterona, pero muchos de los cambios, la mastectomía, la voz más profunda y el aumento del pelo facial nunca se revertirán. Para mí, la destransición significa aceptar mi cuerpo tal y como es ahora, aunque inevitablemente me sienta arrepentida. Lo que debería haber hecho era intentar aceptar mis senos normales y sanos. He perdido esa oportunidad. Fuente: Entrevista The Times.
Keira, Reino Unido
Desde los 14 años empecé a sentirme desconectada de mi cuerpo. Sentía que existía algún problema de disconformidad de género. Transicionar a hombre parecía la solución después de haber estado estancada en una depresión severa y sufriendo ansiedad mientras las chicas de mi alrededor parecían felices y tranquilas.
Creía que transicionar me permitiría navegar mejor por el mundo en mi cuerpo, ya no debería enfrentarme a los procesos corporales traumatizantes y a los inconvenientes de ser mujer. Me daría fuerza y control sobre mi vida y no debería sufrir el peso de las expectativas que había sobre mis hombros, sería más atractiva y no me sentiría rara e incómoda con el sexo lésbico.
Me dieron bloqueadores de la pubertad a los 16 años. Testosterona a los 17. Una doble mastectomía a los 20. Un año después de mi cirugía el humo empezó a desvanecerse y empecé a pensar con claridad. Ni las hormonas, ni cirugía alguna me harían un hombre.
Todavía estaba alienada, deprimida y angustiada. Paré con las inyecciones y empecé a analizar mi mente. No había nacido mal, no me había liberado.
Mi cuerpo acabó dolorido, roto y desorientado. Como chica que no encajaba en los roles de género, me faltaban modelos de conducta y un sentido de comunidad. También tenía una carencia de educación sobre mi cuerpo femenino. Me faltaban amor y aceptación. Fuente: Post Trans (post-trans.com)
Carol, 41 años, California
La identidad transgénero me ofreció una explicación a porqué yo estaba mal. Toda mi vida me he sentido diferente. Nunca me he sentido como una niña porque nunca he podido actuar como lo hacían las demás. Cuando tenía 6 años lloraba y gritaba porque no quería llevar vestidos. Cuando tenía 9 pedía a mi madre un balón. Ella me decía «no, las pelotas son para niños». En la escuela los demás se reían de mí porque «me comportaba como un niño«. Me decían que mi forma de ser estaba mal, que tenía que comportarme como una niña.
Mis experiencias durante la infancia impactaron en mi identidad y autoestima. Odiaba ser una mujer. Al contrario de muchas destransicionadoras, yo viví muchos años como lesbiana antes de transicionar.
Viví una serie de eventos a los 30 años que me cambiaron la vida y me llevaron a una depresión oscura y profunda. Parecía que me estuviera ahogando y la disforia se volvió insoportable. La única forma que veía de salir de esta situación era transicionar.
Al principio, la testosterona que empecé a inyectarme aumentó mi estado de ánimo y mis niveles de energía. Pero después de dos años empecé a sufrir terribles efectos secundarios. La atrofia vaginal y uterina (que puede hacer que el tejido se agriete y sangre) era extremadamente dolorosa. Los niveles de colesterol me aumentaron y empecé a tener palpitaciones. Me puse tan ansiosa que empecé a tener ataques de pánico.
Empecé a tomar antidepresivos para tratar mi depresión y me permitieron hacerme preguntas difíciles, necesarias para atender a mi disforia sin seguir viviendo como persona trans. Ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida, pero me siento feliz todos los días de haber destransicionado.
Siento, por primera vez en la vida, que estoy viviendo de forma auténtica. Soy madre, cónyuge, lesbiana.
Fuente: Post Trans (post-trans.com) y artículo The Economist.
Grace Lidinsky-Smith, Nueva York
He cometido muchos errores en mi vida. Pero ninguno me ha afectado de forma tan indeleble, ni me ha causado un arrepentimiento tan profundo como mi decisión del 2017 de realizar la transición de mujer a hombre. Mientras escribo esto, las cicatrices de la mastectomía me baten en el pecho. 4 años después, me he hecho mayor, más sabia y mucho más prudente. Pero las cicatrices siguen.
Durante nuestra breve consulta preoperatoria, mi cirujana dijo que ésta era una cirugía fácil. Recuperación rápida, volvería a la normalidad en muy poco tiempo.
Esperaba un poderoso alivio de mi disforia. No tenía ni idea de lo malo que sería. Pero una vez me operé, lo descubrí por mí misma.
Después de mi mastectomía, me sentí cosida, dolorida, espantoso. Mis suturas rezumaban sangre, mi abdomen estaba hinchado y grotesco. Mi pecho no se sentía nada natural. Una perturbadora sensación de adormecimiento y dolor ocasional había sustituido a lo que ahora me di cuenta de que era la sensación natural de mi cuerpo intacto. Y casi inmediatamente después de la cirugía, el temor al arrepentimiento comenzó.
No sólo eso, sino que mis sentimientos de disforia de género aumentaron. Mi obsesión migró a mis caderas, a mi voz ya mis gestos. La mitad superior de mi cuerpo parecía bien, pero ¿qué haría con mis caderas? ¿Cómo me movía? Estaba más obsesionada que nunca.
Tuve esa terrible sensación: que nada sería suficiente, que podría seguir cortando y cortando mi cuerpo, pero aún sería la misma, cada vez más herida por debajo. Ese sentimiento crecía y crecía. Cuando se hizo lo suficientemente fuerte, empecé a darme cuenta de que debería destransicionar. Detuve T, y entonces mi tristeza amortiguada por las hormonas volvió a inundarme.
Cuando me di cuenta de que mi mastectomía había sido un error, me sentí traicionada y confundida.
Fue difícil, especialmente en los primeros seis meses. Emperó después de que me di cuenta de que necesitaba destransicionar y hacer las paces con mi cuerpo y aceptar que nunca se restauraría.
Fuente: Post Trans (post-trans.com) y Blog personal.
Michelle Alleva, 30 años, Canada
Me identifiqué como transgénero durante diez años. Durante ese tiempo, hubiera dicho que tenía una «identidad de género» en desacuerdo con el sexo que se observó y registró cuando nací. Parte de la destransición fue dejar de suscribir el marco de la identidad de género. La destransición me obligó a examinarlo para entender por qué había hecho la transición. Pero cuanto más examinaba, menos sentido tenía.
Una parte de la sociedad ha decidido que es «progresista» permitir que las personas que son varones se identifiquen en la categoría femenina y viceversa. También creí esto durante muchos años.
No me daba cuenta de hasta qué punto convertir a «hombre» y «mujer» en categorías mixtas afectaría a toda la sociedad.
Mis características femeninas me provocaron tal angustia emocional que me hice una mastectomía y una histerectomía. Negar mi realidad material no me sirvió en absoluto. Me convirtió en alguien que creía tener derecho a controlar cómo me percibían los demás. Hizo que mi felicidad dependiera de eso. Estaba abocada a la decepción. Nunca puedes controlar cómo te perciben los demás.
La actual campaña política en torno al género no trata de los derechos humanos. Se trata de la redefinición de las clases de sexo biológico. No es un «derecho humano» redefinir palabras para que te incluyan. No es un “derecho humano” ocupar un espacio reservado al sexo opuesto. No es un «derecho humano» que se les conceda el acceso a fármacos y cirugías mediante el autodiagnóstico. Fuente: Blog personal.
Esto es lo que NO
quieren que sepas
Estas son algunas de las consecuencias que las políticas y leyes de «autodeterminacion de género» estan teniendo en otros paises.
Algunas son tan graves que ya están dando marcha atrás.
Otras son tan grotescas que cuesta creerlas.
Sea como fuere, la práctica demuestra que son perjudiciales para la infancia, las mujeres y, en general, para población vulnerable con problemas de salud mental y adaptabilidad social.
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Tratamiento en MENORES
Menores cada vez más jóvenes comienzan a recibir tratamientos e intervenciones experimentales, irreversibles y tremendamente perjudiciales para su salud. Sí, experimentales e irreversibles.
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MENORES autodiagnosticados y CONTAGIO social
Sabemos que la adolescencia es un momento complejo para chicas y chicos. Una etapa en la que se suelen desencadenar trastornos de índole psicosocial como la anorexia, la bulimia y, ahora también la “disforia de género de inicio rápido” (DGIR). La diferencia es que, para el tratamiento de la DGIR, se va a prohibir el diagnóstico o la ayuda de cualquier profesional. El autodiagnóstico de un menor será suficiente para que inicie los tratamientos médicos.
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Desatención de la SALUD MENTAL
En los países donde se han aprobado este tipo de leyes, se prohíbe cualquier ayuda psicológica que explore otros motivos para la disforia y que busque alternativas para aliviarla. Solo se admiten las terapias que reafirmen el hecho de ser «trans». De esta manera, solo están permitidas las llamadas terapias afirmativas de la “identidad de género”, que, en la mayoría de los casos conllevan el inicio de tratamientos médicos e intervenciones quirúrgicas, ya que muchos y muchas jóvenes piensan que todos sus malestares acabarán una vez completada la «transición».
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Arrepentimientos y DESTRANSICIONES
Como consecuencia de esa desatención a la salud mental y de haber tomado decisiones para las que no tenían madurez suficiente, hay cada vez más jóvenes que, una vez alcanzada o pasada la veintena, se arrepienten de haber empezado el proceso de «transicion» médica y la revierten.
Por desgracia, muchos y muchas de ellas, se dan cuenta de que el sexo no se puede cambiar cuando las hormonas y cirugías ya han alterado sus cuerpos de manera irreversible. Muchos y muchas dependen de fármacos de por vida
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Pérdida de la PATRIA POTESTAD
La ley trans estatal recoge lo que ya se ha puesto en práctica en repetidas ocasiones en otros países: Si los padres o tutores no están conformes con la ‘transición’ social o médica de los o las menores a su cargo, se pueden enfrentar a la pérdida de la patria potestad.
Este es el caso de una pareja de Finlandia que perdió la custodia de su hija cuando una amiga de la niña les denunció a la policía porque no permitían que iniciara el tratamiento hormonal.
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MULTA por contraventor
La ley trans es, además, una Ley Mordaza que establece diferentes tipos de infracciones y sanciones para quienes se resistan a creer en la existencia de una “identidad de género” y así lo manifiesten.
Defender la existencia real del sexo, su carácter objetivo, real e inmodificable podrá convertirse en una infracción. Además, cualquier ayuda psicológica que no confirme un autodiagnóstico de ser trans se considerará “terapia de conversión” penada con multas de hasta 150.000 euros.
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ESPACIOS diferenciados
Con la ley trans, los espacios seguros de las mujeres —vestuarios, refugios para violadas y maltratadas, prisiones, albergues para sin techo…— tendrán que admitir a varones que se autodeclaren mujeres. Según un estudio de The Times, de todas las denuncias interpuestas por abuso y acoso sexual en vestuarios públicos, el 90% tuvieron lugar en vestuarios unisex.
Centros de acogida para mujeres violadas de Inglaterra están admitiendo a varones autodeclarados mujeres entre su personal. Si las mujeres protestan, se las califica de tránsfobas.
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EDUCACIÓN distorcionada
Los protocolos educativos derivados de las leyes trans de las C.C.A.A. están permitiendo y fomentando el adoctrinamiento en transgenerismo en todas las etapas de la enseñanza. Organizaciones transactivistas tienen vía libre para decirles a menores y adolescentes que el sexo no es real, que se puede elegir, y que si sus juegos, sus preferencias, su vestimenta… no se ajustan a los estereotipos asignados a su sexo es porque son trans. Este adoctrinamiento es contrario a la educación en igualdad y responsable del crecimiento de la Disforia de Género de Inicio Rápido