interiorEn los primeros siglos del cristianismo, la mirada de los creyentes estuvo puesta sobre todo en Jesús, y en los grandes concilios se desarrolla la doctrina de las dos naturalezas y la única Persona. En la Edad Media, crece muchísimo la devoción de María, Madre y Reina, y se escriben oraciones como el Ave María. Ya en el siglo XIX se completa la afirmación del Concilio de Éfeso, que la declara Madre de Dios, con el dogma de la Inmaculada Concepción, y en el siglo XX se añade su Asunción en alma y cuerpo a los cielos y otros muchos títulos.

Una vez aclarada la identidad de Jesús y María, se toma conciencia en la Iglesia, —guiada por el Espíritu Santo— de la personalidad y misión de José, y en ese movimiento, el papa Pío IX le nombra Patrono de la Iglesia Universal con este hermoso texto. «Del mismo modo que Dios constituyó al otro José, hijo del patriarca Jacob, gobernador de toda la tierra de Egipto para que asegurase al pueblo su sustento, así al llegar la plenitud de los tiempos, cuando iba a enviar a la tierra a su Hijo Unigénito para la salvación del mundo, designó a este otro José, del cual el primero era un símbolo, y le constituyó Señor y Príncipe de su casa y de su posesión y lo eligió por custodio de sus tesoros más preciosos.« Decreto Quadmodum Deus.

Disfruta este apasionante trabajo sobre José, cuyo misterio recibe la inspiración del autor, pero también del exterior, especialmente de los Evangelios canónicos y algo de los apócrifos marianos. Utiliza la historia de Roma e Israel, la geografía de Tierra Santa, especialmente la bíblica y un resumen de la religión egipcia. No se pueden olvidar las influencias remotas de muchos libros devocionales sobre san José y las obras de Santa Brígida de Suecia, la Beata Anna Katerina Emerick y el Poema dell’Uomo Dio, de María Valtorta.

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