Peregrino de la esperanza, descubre
los intinerarios al corazón del Jubileo.
La oración del Jubileo
Padre celestial,
que la fe que nos has dado
en tu hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de la caridad encendida
en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu Reino.
Que tu gracia nos transforme
en cultivadores incansables de las semillas del Evangelio,
que transformen desde dentro a la humanidad y al cosmos entero
en la segura espera
de un cielo nuevo y una tierra nueva,
cuando, vencidos los poderes del Mal,
tu gloria resplandezca eternamente.
Que la gracia del Jubileo
despierte en nosotros, peregrinos de la esperanza ,
el anhelo de los tesoros del cielo.
Que esa misma gracia difunda por toda la tierra
la alegría y la paz de nuestro Redentor . A ti, Dios nuestro, eternamente bendito, sea la gloria y la alabanza por los siglos. Amén.
– Papa Francisco
La oración oficial permite a los peregrinos de todo el mundo utilizar las mismas palabras para dirigir a Dios su gratitud por la experiencia jubilar y pedir la gracia del perdón, en ese contexto de fe y de encuentro profundo con el Señor.
2024 fué el año de la oración preparatoria para el Jubileo. Para potenciar la experiencia de la oración, te dejamos ocho ebooks que podras descargar de los enlaces de las immagenes, gracias a la Conferencia Episcopal Española y la editorial BAC. Tambien encontraras una breve explicación de cada titulo acompañada de un audio y un video.
Orar hoy, un desafío a superar
El primer apunte sobre la oración se titula Orar hoy, un desafío a superar y recoge el testimonio de algunos grandes maestros de la oración que nos pueden servir de ayuda y ejemplo. Son Teresa de Lisieux, Francisco de Asís y Teresa de Calcuta. En su lectura conocerás el testimonio de personas de todo tipo y condición a quienes la oración les ha cambiado la vida.
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Orar con los salmos
Decían los antiguos que la oración es la respiración del alma. Y por sí misma hace brotar, crecer y acompañar toda experiencia religiosa.
Entre las innumerables formas de oración, los salmos son la oración de Israel que asume la Iglesia. En ellos todo queda implicado en la alabanza a Dios, desde los animales hasta las estrellas del cielo. Los 150 salmos son como la voz de la esposa Iglesia que habla con su esposo, el Señor. Es una conversación profunda, a veces con dolor, con sufrimiento. Otras con alegría, con esperanza. También con confianza, con acción de gracias. Hay un salmo para cada circunstancia de tu corazón, capaz de expresar a Dios con precisión el sentimiento más profundo que lo habita. Ese salmo es, aquí y ahora, la palabra que Dios quiere escuchar de ti.
En los salmos, además de la oración personal para el diálogo íntimo con Dios, encontramos la oración de la Iglesia que se vive en la celebración, en la liturgia.
El pueblo entero que se reúne para la alabanza a Dios con los salmos es el gran aliento de la humanidad y de la creación, alabando a su Señor y Creador.
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La oración de Jesús
La oración de Jesús recorre todos los Evangelios. Cada una de sus acciones, de los momentos decisivos de su vida, de sus decisiones, van precedidas de una oración constante, filial, confiada, segura.
En estos Apuntes sobre la oración, tres elementos: el contexto, el texto evangélico y la oración de Jesús en primera persona, configuran la estructura de una veintena de pequeñas meditaciones. Cada una de ellas permite ser testigo de la conversación amorosa de Jesús con su Abba, con su padre, y para aprender de ella: sirven para rezar y para aprender a rezar.
Acompañar a Jesús en su oración es aprender a rezar. Aprender a confiar. Aprender a hacer la voluntad de quien quiere lo mejor para nosotros.
Jesús con su oración es maestro de oración.
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El viaje en Dios
“El viaje en Dios” explora la rica tradición espiritual cristiana enfocándose en la oración y la meditación. Nos acerca a las experiencias y enseñanzas de santos célebres como Agustín de Hipona, Teresa de Ávila, Tomás de Aquino y Teresa de Lisieux.
Estos santos, aunque parecen inalcanzables, revelan en sus testimonios espirituales la sencillez de su oración y su humanidad.
San Agustín, en sus “Confesiones”, nos muestra su lucha interna y su conversión continua, un proceso de transformación y redención constante, apoyado en la oración humilde y confiada.
Teresa de Ávila destaca la simplicidad y humildad en la oración, conversando con Dios con la naturalidad y la sencillez de un amigo cercano.
Teresa de Lisieux, con su “caminito” de infancia espiritual, nos enseña la importancia de la confianza total en la bondad de Dios, que perdona nuestras imperfecciones siempre.
Tomás de Aquino, a través de sus profundas oraciones personales, nos recuerda la centralidad de la humildad y la dependencia y confianza en la misericordia divina.
“El viaje en Dios” es una invitación a contemplar la relación entre la fragilidad humana y la gracia divina. Nos enseña que la búsqueda de Dios es un camino continuo de conversión, humildad y confianza basado en la oración.
No nos desanimemos por nuestras imperfecciones. La oración no requiere complejidad, sino sinceridad y sencillez. A través de esta relación honesta con Dios, podemos encontrar paz interior y verdadera santidad.
“El viaje en Dios” muestra el testimonio poderoso de confianza, lucha y redención de personas normales que alcanzaron la santidad por medio de la oración. Una llamada al encuentro personal con Cristo en medio de la vida cotidiana.
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Las parábolas en la oración
¡Jesús enseñó a orar orando! Es el núcleo esencial de su enseñanza sobre la oración. Con las parábolas sobre la oración Jesús muestra cinco aspectos esenciales en la oración del cristiano.
En la parábola del amigo inoportuno que pide pan para una visita, Jesús enseña a pasar de una oración dictada por la urgencia o la necesidad a una generada por el Espíritu Santo. Con el Espíritu, el Padre da a cada discípulo lo que es necesario para él. La oración es como el pan necesario entregado por el Padre a sus propios hijos.
En la del Hijo pródigo, Jesús enseña que Dios es siempre un padre que busca a sus hijos. Con su misericordia repara la dignidad del hijo pequeño, y al hijo mayor le restablece en su fraternidad. No podemos invocar a Dios como padre si no reconocemos en el otro a nuestro hermano.
En la parábola de la viuda y del juez descreído Jesús nos muestra que la petición de no caer en la tentación está ilustrada por la fe perseverante o constante de la viuda. En las dificultades, la tentación de la fe nos obliga a la perseverancia en la oración.
La parábola del fariseo y del publicano en el templo compara dos tipos de oración. Por una parte, la oración arrogante y narcisista en exceso del fariseo; por la otra, la oración humilde del publicano. La inflexión de la situación demuestra que Dios justifica o santifica al publicano y no al fariseo.
Por último, la breve e incisiva parábola de la higuera que florece cierra las parábolas sobre la oración. La oración llega a su plena maduración cuando por medio de la vigilancia permite al discípulo reconocer los signos de los tiempos o del reino de Dios que se acerca.
La oración es más necesaria que nunca. Por eso, no es casual que en esta última parábola se insista en la vigilancia abierta a la esperanza, en vistas al encuentro con el Señor.
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La Iglesia en oración
La oración es un misterio profundo, con raíces en el mismísimo Corazón de Dios. Resuena en el eterno himno de alabanza del Cielo, un canto que solo Dios conoce y enseña: el diálogo entre el Padre y el Hijo en la presencia del Espíritu Santo.
En la Iglesia, este diálogo divino se refleja en nuestra oración, un regalo de Cristo a la humanidad que tiene lugar en la Iglesia. Porque Iglesia es la casa del Dios vivo, un espacio de encuentro entre Dios y el hombre, donde la oración es esencial.
Desde la creación del cosmos, la primera “iglesia cósmica”, se celebra una liturgia en la que todo el universo participa. Con la encarnación de Cristo, la Iglesia se fortalece. Es Cristo, Dios hecho hombre, quien realizan la unión de Dios y la humanidad.
A través de Cristo, cada uno de nosotros puede decir “Abba-Padre” y unirse al eterno canto de alabanza. Ser cada uno de nosotros “casa de Dios”; ser lugar del encuentro con Dios, nos permite ser protagonistas de un diálogo personal, cara a cara con el Señor, y ese camino espiritual, nos permite encontrar nuestra identidad más profunda.
La Eucaristía es el culmen de nuestra unión con Cristo, transformando nuestra vida en un continuo acto de alabanza y oración. La oración nos permite vivir en comunión con el Cristo resucitado, aquí y ahora.
En la oración, nos encontramos en las manos del Padre, guiados hacia la plenitud de la Pascua. Unidos en el Misterio de Cristo, nuestra vida se convierte en una eterna alabanza a Dios.
Que nuestra oración sea siempre ese canto de amor y entrega al Padre. Amén.
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La oración de María y de los santos
Cuando hacemos oración, María nos resulta una buena maestra de oración. Ella escuchó la voz del Señor y mantuvo diálogos personales de intimidad y profundidad durante la mayor parte de su vida. Para aprender de María, en primer lugar, recorreremos los lugares de su vida preguntándonos lo que nos revelan de la identidad de María y cuáles son los espacios interiores en los que María nos pide vivir en la actualidad.
María escuchó la voz del ángel y acogió la voluntad del Padre. Al encarnar a Jesús crea con él un vínculo maternal y espiritual que le permite vivir siempre en su presencia. Con su vida, María nos enseña a escuchar, a confiar y a decir “sí” a Dios, como lo hizo en la Anunciación.
Belén, la ciudad donde nació Jesús, nos revela el poder de la humildad y la confianza en Dios. Es un lugar pequeño, pero lleno de significado: allí María nos invita a confiar en el plan del Padre.
Galilea, un crisol de culturas y razas, nos habla de la acogida y la apertura. Allí, María vivió en sencillez y nos enseña a aceptar la diversidad y las diferencias con amor.
Nazaret, el pueblo insignificante donde María vivió en el anonimato, es un recordatorio de que, en lo escondido, el Señor obra maravillas. Desde allí, nos invita a mirar la vida desde el corazón, en lo profundo y silencioso.
En cada aparición, María nos llama a acercarnos a su Hijo. Nos guía hacia el interior, a nuestra morada más profunda, donde se encuentra la paz, la confianza y la gracia.
María es madre, maestra y compañera en el camino hacia Dios. Nos coge de la mano y nos conduce al lugar más escondido: el corazón, donde siempre nos espera la presencia de Dios.
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La oración que Jesús nos enseñó
El Padrenuestro es la oración que Jesús mismo enseñó a sus discípulos. Más que una simple fórmula, es una síntesis de todo su mensaje.
A lo largo de la historia, los cristianos han encontrado en esta oración un lazo de unión con Dios. Es el corazón de su relación con Él, una oración de confianza y amor.
El Catecismo de la Iglesia Católica lo dice: el Padrenuestro nos abre al Amor manifestado en Cristo. Es una invitación a orar con todos y por todos.
Esta oración, nacida en la Iglesia primitiva, aparece en Mateo y Lucas, aunque su espíritu se siente en los otros evangelios y en las cartas de san Pablo.
En Mateo, el Padrenuestro se enmarca en el Sermón de la Montaña, enseñándonos a ver a Dios como Padre y a pedirle con confianza, como una familia unida por su amor.
Por su parte, en Lucas, el Padrenuestro se presenta en el contexto de la petición de los apóstoles: enséñanos a orar. La fórmula que Jesús sugiere es la expresión perceptible de una oración que se mueve desde el interior.
San Pablo, a su manera, nos lleva a llamar a Dios ‘Abba, Padre’, una invocación llena de cercanía y amor familiar.
Hoy, cada vez que decimos el Padrenuestro, unimos nuestra voz a la de millones de cristianos a lo largo de la historia. Es la oración de cada creyente y de toda la Iglesia.
Más que palabras, el Padrenuestro es un encuentro eterno con Dios.
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