Nuestra Señora de Luján
La historia de Nuestra Señora de Luján es muy importante para el pueblo argentino y la tradición católica de este país, la cual se remonta a 1630, cuando un gaucho llamado Manuel de Torres estaba transportando una imagen de la Virgen María en la advocación de la Inmaculada Concepción por encargo del hacendado portugués Antonio Farías de Sá desde la ciudad de Buenos Aires hacia el pueblo de Luján. La imagen de 38 centímetros de alto se había encargado para ser colocada en una capilla en Luján.
En el camino, en la orilla del río Luján, la carreta que transportaba la imagen de la Inmaculada Concepción se detuvo sin alguna justificación y no fue posible continuar el recorrido, por más que el gaucho y sus caballos se esforzaran por avanzar, quedándose en ese lugar milagrosamente para la veneración de los habitantes de esta zona.

Después de muchos intentos sin éxito, Manuel de Torres tomó la decisión de desenganchar a los caballos y de esta manera la carreta volvió a moverse sin inconvenientes. Por esta razón este hecho se interpretó como una señal milagrosa, y finalmente se creyó conveniente dejar la imagen en el sitio donde se había detenido, construyendo una capilla en la cual inició la veneración por parte de sus fieles.
Luego, esta devoción a Nuestra Señora de Luján aumentó, convirtiéndose la capilla en un centro de peregrinación valioso, y en 1887, comenzó la construcción de una nueva iglesia, que se inauguró en 1930 y se conoce como la Basílica de Nuestra Señora de Luján, estructura que se considera un símbolo de la fe católica en Argentina.
Muchos peregrinos visitan el santuario cada año y en especial el 8 de mayo para rendir homenaje a la patrona de Argentina, pidiendo su intercesión y protección. La imagen de Nuestra Señora de Luján es un símbolo de fe y consuelo para el pueblo argentino, y su historia está estrechamente relacionada con la identidad cultural y religiosa de este país.
La Basílica
La basílica de Nuestra Señora de Luján se considera uno de los sitios religiosos más relevantes en Argentina y se encuentra en la ciudad de Luján, en la provincia de Buenos Aires. su construcción inició luego de que en noviembre de 1889, el padre Jorge María Salvaire presentara la solicitud para la realización de esta construcción al Arzobispo de Buenos Aires Monseñor León Federico Aneiros, y hasta 1890 se llevaron a cabo las tareas preliminares para comenzar la obra el 6 de mayo del mismo año. se construyeron los pináculos y las balaustradas, luego se instalaron los rosetones, siguiendo con las escaleras de mármol y los vitrales, en 1924 se consagraron las campanas y para 1926 ya se habían levantado las torres y se colocó el carillón con los relojes.
La obra finalizó en el año 1935 con homenajes al padre Salvaire, quien cumplió un papel importante y fundamental en la gran construcción, colocándose también una estatua en su honor en la Basílica. El 6 de diciembre de 1980, se inaugura la cripta como Templo de América y en 1999 se inauguró la Muestra Histórica de la Basílica donde se encuentran las joyas del Santuario, habiendo cumplido un siglo de fallecido el padre Jorge María Salvaire.

La devoción a la Nuestra Señora de Luján se manifiesta a través de las peregrinaciones que realizan miles de fieles a la basílica ubicada en el partido de Luján, en Buenos Aires, Argentina especialmente en su festividad el día 8 de mayo y en la solemnidad de la Inmaculada concepción el 8 de diciembre de cada año.
Disfruta en este video de la Basílica y Santuario de Nuestra Señora de Luján en Argentina.
Letra del himno a Nuestra Señora de Luján
con corona de estrellas
y la luna a tus pies
¡eres Tú la más bella!
Desde la eternidad
Dios te tuvo a su lado
en un trono de nubes
y te dio el principado.
a tu Madre de luz,
como el Negro Manuel
te lo manda Jesús!
Y con Ella amarás
a tu Blanco Pastor,
proclamando la Fe
y adorando al Señor.
digna Reina del Cielo,
Madre nuestra también,
Señora del Consuelo.
Pura y Limpia llegaste
siempre Virgen bendita,
en tu pueblo arraigaste
aliviando sus cuitas.
de Ti, Madre querida:
En Luján la alumbraste
amparando su vida.
Con acentos de cielo
la acunaste clemente,
con la Cruz del Señor
has signado su frente.
por bandera de gloria
donde brilla aquel sol:
El Señor de la historia.
De tu amor la colmaste
y a la vera del río
derramaste tus gracias
como suave rocío.
un clamor nacional,
y confiado suplica
que lo libres del mal.
Corazón de María
Refugio de la Paz
Argentina ya es tuya
consagrada en Luján.
Novena a Nuestra Señora de Luján
DÍA PRIMERO: Allá por el año 1630 un portugués, que vivía en la zona de Sumampa, en la actual provincia de Santiago del Estero, se propuso en su hacienda hacer una capilla dedicada a la Virgen Santísima. Entonces escribió a un paisano suyo que le mandase del Brasil una imagen de Nuestra Señora en el misterio de su Inmaculada Concepción, para colocarla en dicha capilla.
Desde Brasil le enviaron dos imágenes de la Virgen, una de la Inmaculada Concepción y otra de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, para que eligiera la que mejor le pareciese. Vinieron ambos bien acondicionados cada uno en su cajón aparte; porque como eran de barro cocido querían evitar que tuviesen alguna quebradura. Quien recibió la carga en el puerto de Buenos Aires acomodó los cajones en un mismo carretón y lo condujo hasta la estancia de Rosendo Oramas, situado a 5 leguas de lo que es ahora la Villa de Luján, y aquí paró y pasó la noche, sin saber lo que pronto iba a suceder.
Virgencita, que al despuntar las primeras luces de aquella mañana quisiste quedarte con nosotros para siempre, te pedimos que nos ayudes y acompañes en nuestras oscuridades llevándonos hacia tu Hijo, Jesús, la Luz del mundo.

DÍA SEGUNDO: “Al día siguiente por la mañana, la caravana trató de continuar su viaje, pero cuando estaban listos para tirar del carretón, los bueyes, por más que tiraban, no podían moverlo ni un paso. Admirados los que por allí andaban se preguntaron ¿qué carga traía? Esta era la misma de los días anteriores, en que habían andado sin la menor dificultad, porque no era muy pesada. Alguien dijo: “vienen aquí también dos cajones con dos bultos de la Virgen, que viajan para la capilla nueva de Sumampa”.
Ante este misterio uno de los que estaban dijo al jefe de la caravana: “Señor saque del carretón uno de estos cajones, y observemos si camina”, así se hizo, pero por más que tiraban los bueyes, el carretón no se movía. Al cambiar los cajones, quitaron el cajón que había quedado y cargaron el que se había sacado, fue entonces cuando tiraron los bueyes, y el carretón se movió sin dificultad.
Todos entendieron este signo como un designio de la divina Providencia, que la imagen de la Virgen encerrada en aquel cajón se quedase en aquel paraje, prosiguiendo la otra a su destino.
Cuando se abrió el cajón, se encontró una imagen de la Purísima Concepción con las manos juntas ante el pecho, ángeles a sus pies y con su ropa cubierta de estrellas. Virgencita, que milagrosamente te quedaste con nosotros para siempre, te pedimos que nos ayudes a salir siempre al encuentro de los hermanos que más necesitan de tu compañía en sus vidas.
DÍA TERCERO: La historia nos cuenta que él estuvo junto con la virgen desde el primer momento. Poco tiempo después de lo sucedido con los carretones, se levantó una pequeña ermita, y se destinó un negrito esclavo llamado Manuel, para que cuidara del culto de la Santa Imagen particularmente de la lámpara que la iluminaba y que ardía incesantemente. El Negro cuidó la Imagen Milagrosa a lo largo de cincuenta y cuatro largos años. Manuel, que era esclavo, decía “pertenecer a la Virgen, y que no tenía otro amo a quien servir más que a la Virgen Santísima”.
Con el correr del tiempo el Negro Manuel pasó a ser propiedad de los herederos de su primitivo dueño, quienes pretendieron llevarlo a Buenos Aires, arrancándolo de al lado de la Virgen de Luján; y por considerarse esclavo de Ella sostenía en su defensa, en un juicio que se realizó para definir su futuro, “ser de la Virgen nomás”, y que su antiguo amo le había dicho varias veces que lo había entregado al servicio de la Santa Imagen, en calidad de donado a Ella para siempre. Madrecita de Luján, que en la Cruz nos fuiste dada como Madre, y a orillas del río Luján te quedaste con nosotros para siempre, te pedimos cuides especialmente a tus hijos que más sufren a causa de las esclavitudes y de la violencia.
DÍA CUARTO: La piedad mariana de Manuel se puede resumir en su espíritu de oración y la fidelidad en el encargo de cuidar la Imagen sumado a su llamativa familiaridad en el trato con la Santísima Virgen. Él la llamaba su “Ama” con una sencillez enternecedora, con la confianza propia del hijo a su madre. Junto con el amor a la Sagrada Imagen ejercitaba Manuel las obras de misericordia. Recibe con respeto a los enfermos y mediante sus plegarias, las unciones que le hace con el cebo o el aceite que arde en el altar de la Virgen, o las infusiones que les da beber, les procuraba consuelo y mejoría.
Manuel por las mañanas encontraba que el manto de la Virgen estaba lleno de abrojos del campo y de barro, por lo que comprendió rápidamente que María salía al encuentro de los pobres del lugar visitando sus ranchos por las noches.
A Manuel lo vieron sus contemporáneos ocupado continuamente en atender con diligencia preferentemente a los peregrinos, invocando sobre ellos la poderosa intercesión de María, a los enfermos, y recordando a todos y agradeciendo junto a ellos la milagrosa historia de la Virgen de Luján.
Madrecita de Luján, que aceptaste el cuidado de tu fiel esclavo, el Negrito Manuel, te pedimos que nos ayudes a nosotros a poder amarte cada día más, confiando en tu protección y viviendo de corazón también nosotros que somos “de la Virgen nomás”.

DÍA QUINTO: Habiendo muerto Don Rosendo Oramas, y por algunos descuidos en su estancia, la capilla de la Virgen quedó en un área despoblada, que presentaba ciertos peligros para los peregrinos que llegaban incesantemente a visitarla.
Una señora llamada Ana de Matos, pidió al heredero de la estancia de Rosendo, llamado Juan Oramas, que era cura párroco de la Iglesia Catedral de Buenos Aires, le concediera dicha Imagen, asegurándole que la cuidaría, y le haría capilla en su estancia, que estaba a unas cuatro o cinco cuadras de donde está hoy la Basílica.
El padre Oramas accedió y doña Ana consiguió la Imagen de la virgen. Habiendo llevado, Doña Ana, la Santa Imagen a su casa, la colocó en un cuarto decente con ánimo de edificar en breve una capilla pública. Pero al día siguiente advirtió, no sin susto, que no estaba la Imagen en donde la había dejado el día antes, ni apareció en toda la casa, por más que la buscó. Afligida con este cuidado le vino al pensamiento si la Virgen se habría vuelto a su antigua capilla de Oramas. Hizo la averiguación, y encontró la Imagen en su antiguo sitio.
Volvió por ella por segunda vez, y por segunda vez volvió a faltar de su casa, y a encontrarse en la primera capilla sin ningún tipo de intervención humana. Desconsolada doña Ana, no se atrevió a llevarla por tercera vez, cuando a su parecer le daba a entender que no gustaba de estar en su casa. Solo comunicó esta novedad a las autoridades religiosas y civiles de Buenos Aires.
Ante este caso, el obispo de esta diócesis y el gobernador de la provincia, dispusieron ir a cerciorarse mejor de lo sucedido. Bien informados sobre la verdad del suceso levantaron en andas la milagrosa Imagen, y formando una procesión en que todos iban a pie y se encaminaron a la casa de dicha doña Ana. Al llegar a la casa de doña Ana, encontraron en una habitación un altar en el que se colocó la Santa Imagen, y el obispo autorizó para que en él se celebrase misa.
Madre nuestra de Luján, acompaña a las mujeres que sufren a causa de la violencia, dales la fuerza y la valentía que tuvo Doña Ana que no dudó en enfrentar las contrariedades confiando siempre en tu amor.
DÍA SEXTO: Algún tiempo después, Doña Ana decidió comenzar la construcción de una capilla a Nuestra Señora, en un territorio de su propiedad distante cuatro cuadras de su misma vivienda, poniendo como condición que jamás se moviese la imagen de dicho territorio. Por el año 1677 se empezó la obra de la nueva capilla.
Por el año 1684 sucedió que don Pedro Montalbo, presbítero de Buenos Aires, enfermó gravemente. En su angustia, decidió venir a visitar a Nuestra Señora de Luján con el desafío de vivir o morir en su compañía. Una legua antes de llegar a la vivienda de doña Ana, le apretó de tal manera el ahogo que lo tuvieron por muerto los compañeros.
Llevándolo como pudieron y el negro Manuel viéndolo en ese estado letal, le ungió el pecho con el aceite de la lámpara, y con esto volvió en sí. Luego le dijo que tuviese fe en que había de sanar perfectamente de su enfermedad, porque su Ama (así llamaba a la Virgen) lo quería para primer capellán.
Luego echó mano de algunos de aquellos cadillos y abrojos que solía guardar cuando los despegaba del vestido de la Imagen mezclados con una poca de tierra del barro que sacudía de sus bordes, y con ellos hizo una especie de té. Dio a beber al enfermo en nombre de la Santísima Virgen, y con sólo este remedio quedó libre de sus ahogos y enteramente sano.
Madre de Luján, te pedimos que los enfermos que se confían a tu cuidado no se vean abandonados y que encuentren bajo tu manto y ungidos con tu amor la salud espiritual y corporal.
DÍA SÉPTIMO: Corría el año 1740 y la capilla que fabricó el padre Montalbo no era capaz de recibir tantos peregrinos y su deteriorado estado. Era necesario un nuevo templo. Con muchas dificultades, empezó la construcción del templo al lado del antiguo. Pero errores de la construcción llevaron a que las paredes no soportaran los tirantes y se desplomaran hasta la ruina. Todo iba mal.
En estas circunstancias llegó a aquel lugar don Juan de Lezica y Torrezuri, a quien una promesa hecha a la Santísima Virgen de Luján, había librado años antes de una gravísima enfermedad que le daba pocas esperanzas de vida. Él apenas se estableció en Buenos Aires, se hizo cargo de la obra, la que empezó el 24 agosto del año 1754. Esta obra se desarrolló favorablemente y el 8 diciembre de 1763, con la presencia de muchos vecinos de Buenos Aires, se trasladó y allí se colocó la Sagrada Imagen en su camarín, donde permaneció hasta la construcción del tercer templo, el templo del padre Salvaire. Hay que decir que los padres de nuestra patria conocieron, visitaron y honraron a nuestra Madre en este templo, el cual funcionó como Santuario de Luján hasta fines de 1800.
Virgencita de Luján, a veces sentimos que todo se desploma a nuestro alrededor, danos la fortaleza que acompañó a Juan de Lezica para que unidos a tu Hijo Jesús podamos reconocer tu presencia en nuestras vidas.
DÍA OCTAVO: El padre Salvaire nació en Francia. A los 24 años fue ordenado sacerdote y enviado a la Argentina, como profesor en un colegio de la Congregación de la Misión, a la cual pertenecía. Un año después de su arribo a Buenos Aires, en 1872, fue destinado al Santuario de Nuestra Señora de Luján. En 1875, en una misión en las tolderías de Azul, ante una situación que puso en riesgo su vida, hizo a la Virgen tres promesas: escribir su historia, propagar su culto y construirle un nuevo templo, pues para él “Esta perla necesitaba otro cofre”. Lo primero que hizo fue escribir la Historia de la Virgen, plasmando la fe y el amor que el pueblo argentino tiene a su Madre de Luján. Al ser nombrado en 1889 Cura y Capellán del Santuario, puso en marcha la construcción de la Basílica. Todo lo que hacía en torno a esta empresa, pero también lo referido a grandes acontecimientos en la historia de la Virgen lo plasmó en su revista “La Perla del Plata”. Supo trabajar con gran esmero por lograr su sueño de la nueva casa para la Virgen, sin embargo, falleció repentinamente en 1899, sin ver terminada la obra que se terminaría en 1930.
Madrecita de Luján, que en el Siervo de Dios Jorge María Salvaire encontraste un pastor valiente, te pedimos por nuestros pastores para que los ayudes a tener en su corazón un gran amor a vos y una incondicional entrega al Pueblo de Dios.
DÍA NOVENO: Es necesario tener en cuenta la importancia que tiene su Santuario en el país. Y si la ciudad de Luján es considerada la “Capital de la Fe”, la casa de la Virgen podemos definirla como el corazón donde laten los sentimientos más profundos de todos sus hijos.
Uno de los rasgos característicos de esta casa es la cantidad de peregrinos que desdesiempre recibió. Millones de hombres y mujeres, innumerable cantidad de peregrinaciones a las que, como un testimonio de amor supremo, en las horas más difíciles de nuestro país se suman la Peregrinación Juvenil a Luján desde el Santuario de San Cayetano en Liniers. Uno de los peregrinos más importantes ha sido el Santo Padre Juan Pablo II, quien visitó el Santuario en junio de 1982 desde su gran amor a María nos dijo que “A Ella que, desde los años de 1630, acompaña aquí maternalmente a cuantos se la acercan para implorar su protección, queremos suplicar hoy aliento, esperanza, fraternidad”.
Así, nuestra Madre de Luján es madre especialmente de miles de niños, jóvenes y adultos que reciben en su casa el bautismo, como también es testigo de la misericordia de Dios plasmada en las confesiones y la gran cantidad de promesas cumplidas que el Santuario recibe día tras día. Hoy podemos mirar agradecidos nuestra historia y juntos mirar a María y decirle: “Gracias Mamá, porque “Te quedaste con nosotros para siempre”.
Virgencita de Luján, madre de este pueblo argentino, que quisiste quedarte con nosotros para siempre, ayúdanos a vivir siempre unidos como hermanos peregrinando juntos a tu encuentro.
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